lunes, 29 de abril de 2013

Quién dijo miedo

Si alguna vez, ahora que soy famosa (nótese el tonito de guasa), alguien me hiciera una de esas preguntas trascendentales que se hacen en las entrevistas, y me dijera aquello de: "dime una frase que te defina", no cabe duda que yo tendría que responder al entrevistador, que no hay nada que le venga mejor a mi personalidad que esa pregunta retórica que le he puesto a esta entrada de título: quién dijo miedo. Me explico.
Creo que la base principal de esta idea que me define es mi falta de paciencia. Si tengo que esperar un autobús, a los cinco minutos de espera siempre pienso que es más rápido ir andando. Si a esto le unimos la inmensa curiosidad que he tenido toda la vida por aprender cosas nuevas, ya os estoy dando a conocer los ingredientes principales de esta ensalada multicolor en la que a veces se convierte mi vida.
Lo primero que hago cuando me enfrento a algo nuevo es pensar: ¿qué puede pasar si esto no sale?, porque hombre, loca, lo que se dice loca, todavía no estoy como para arriesgar dinero en un empeño. Pero como la mayoría de las veces, las aventuras en las que me meto no pasan de un desembolso inicial de unos euros o de unas horas de mi vida que de otra manera dedicaría al ocio, pues allá va "mariquita la primera" a enfrentarse con la goma eva, la tecnología informática o el punto de dos agujas.
¿Qué ocurre con esto? Pues, lo que ya se sabe, que al final acabo con las manos metidas en todos los fregados y con el tiempo compartimentado en todas esas actividades en las que me he comprometido y que hago a base de muchísimo esfuerzo, mucho tutorial de internet y más descaro que otra cosa.
Ahora mismo estoy en un lió de esos. Tengo el día dividido en actividades en las que yo solita me he metido, y que ya no tengo más remedio que terminar: Que mi hija se compra un vestido y no encuentra el complemento, allí está mamá, haciendo un bolerito (lo que se dice una rebequita de hilo), sin perder de vista a una señora que me va enseñando los puntos en un vídeo de youtube. Que el pequeño se gradúa, vuelve a estar en líos la menda, que en un punto de locura y viendo que nadie da un paso adelante, se presta a hacer un dvd de graduación con música, fotos y vídeos para toda la promoción (63 niños). Que mi "sobri" hace la comunión..."voy a ver si soy capaz de hacer un muñeco fofucho"..."pues mira no queda mal"..."y sus compis fofu-lápices vendrían estupendos para los regalitos de los amigos"...Y hago el  marinerito y una familia entera de muñequitos pequeños, vestido de futbolistas dispuestos a jugar un partido con los niños de comunión.
Pero ¿sabéis qué es lo peor de todo? Lo peor de todo es que me encanta, y sinceramente creo que ahí es donde está el verdadero punto de delirio. Porque si al menos me gustara porque siento la necesidad de destacar, la cosa tendría un sentido. Pero es que encima de todo, y no tendría que decirlo si no lo hiciera con sinceridad, no me importaría nada que los demás no supieran que soy la mamá DVD, la tía "fofuchadora" o cualquiera de los títulos inventados que quisierais darme. En realidad, todo lo hago porque todas estas actividades me dan la vida, me hacen sentirme activa, importante para mí misma, en el sentido del reto conseguido o al menos intentado. 
Así que aquí estoy, protestando pero de broma, encantada de estar viva y deseando ser útil a alguien. Con eso quiero decir que si alguna vez me necesitáis, no dudéis en venir en mi busca. Eso sí, no os apelotonéis, de uno en uno, no vayáis a estresarme....ja,ja.
Besos

viernes, 26 de abril de 2013

LAS COSAS SIMPLES

Qué verdad es esa de que las cosas más simples son algunas veces las más hermosas.
Llevo unos días sumergida en las emociones a pulmón, sin apenas tomar resuello y con los ojos de par en par, atesorando gestos, archivando miradas y apilando sonrisas. Sé que todo se quedará para  siempre guardado en el cajón de la memoria donde se dobla con cuidado lo mejor de aquello que vivimos. Y entre todas esas emociones, ando enfrascada en preparar no sé si con esmero, pero sí de la forma más profesional que sé, las presentaciones que hago de la novela, las entrevistas en la radio...todo aderezado, claro está, con la magia de la pregunta improvisada o la respuesta sincera, pero dentro del orden y la cordura con la que a mí me gusta hacer las cosas para sentirme segura.
En cambio ayer, ayer viví una mañana de ensueño en el colegio de mi hijo, sin más preparación ni más ritmo marcado que un trocito de historia que escribí en cinco minutos, con la única intención de captar su atención por un ratito, de enredarlos con el hilo grueso de la emoción de la literatura.
El colegio ha estado celebrando esta semana el día del libro, y fui invitada por el equipo directivo para darles unas charlas como la mamá escritora del compañero de sexto, como la vecina del barrio a la que conocen de siempre pero que ellos no sabían que escribía.
Tratándose de niños, todo es imprevisible con ellos. Por eso yo tenía mis dudas, la verdad. Pensaba que me enfrentaría a la risita imparable, al comentario jocoso...en fin, a lo propio de la edad.
De repente, ante mi sorpresa más absoluta, me encontré con muchos pares de ojos puestos en mí, con muchísima inocencia disfrazada de aprendiz de adulto, y  unas ganas enorme de estrenar sensaciones y vivir aventuras.
A medida que avanzaba la mañana, disminuía en proporción geométrica la edad. A medida que nos acercábamos a la hora en que la campana pone fin a la jornada, todavía era muchísimo mayor la inocencia y más grande la apertura de los ojos que miraban. 
Con ellos llegó el momento mágico de la verdad más sincera, del cuento sin terminar con el que, al igual que a los mayores, les lancé el reto de continuar la historia y convertirse en escritores con esperanza de premio. "Yo no puedo pensar, tengo seco el cerebro", me dijo un pequeñajo de siete años con aspecto de ser un trasto. "Hay que leer mucho porque el que no lee nada,  nada sabe", me decía una compañera suya con dos coletas, una mella enorme y gracia para exportar en camiones.
Hoy he recogido los laureles del éxito, en boca de algunas madres que me han hablado de la ilusión con la que llegaron a casa, de la emoción con la que les fueron contando que una madre que es escritora, les había dicho que todos, todos ellos también pueden serlo. Hay algunos que quieren incluso mandarme la historia, por si acaso yo la necesitara para hacer con ella otra nueva novela.
Y yo me he venido a casa, con el corazón revuelto y la sensación tibia de verme recompensada por aquellos ojos brillantes que me mantenían la mirada. Son, sin duda alguna, esas cosas sencillas que sin siquiera merecerlas, un día te regala la vida.

domingo, 21 de abril de 2013

Entrevista en Radio La Isla

Para aquellos amigos que no tenéis facebook, me gustaría dejaros aquí el enlace de la entrevista que me hicieron en la radio el pasado día 3 de abril. La presentación a la que se refiere cuando dice mañana es a la que hice el pasado 4 de abril en la Universidad de Cádiz. El martes 23, día de libro, la presentación será en San Fernando, en el Centro de Congresos a las 18:00 h. Si os apetece, allí os espero.

Pinchad aquí para oir el audio. Entrevista Radio La Isla 03/04/2013

jueves, 18 de abril de 2013

A la sombra de los tamarindos: presentación en San Fernando

Tengo la sensación de que el próximo martes va a ser un día de emociones. Es inevitable porque esta vez, como se dice en el argot futbolero, juego en casa.
El próximo martes, que para darle todavía un toque más romántico coincide con el día del libro (23 de abril), estaré, a las seis de la tarde, en el Palacio de Congresos de San Fernando. Y estaré en mi tierra y con mi gente, para detallaros algunas cosas de esta novela de la que si me conocéis ya sabréis mucho, porque es algo de lo que no he podido dejar de hablar desde hace un tiempo.
Evidentemente es un acto totalmente público y abierto donde os espero si queréis venir. No voy a dar ningún discurso académico, ni pienso bombardearos con palabras manidas. Se trata, si os apetece, de entablar una  charla amable, de contaros de forma sencilla qué hago allí y por qué escribo, quien soy y cómo se cocinó este pastel, sencillito, apenas un bizcocho y un poquito de crema, que tiene nombre exótico y extensión de novela. 
Hace ahora dos días, vi mi libro en el escaparate de Quorum. Para los que no sean de Cádiz, tengo que contar que es sin lugar a dudas una de las librerías más prestigiosas de la ciudad, donde los libros huelen a nuevo y las estanterías están repletas. Y en aquel escaparate lleno de novedades, donde siempre hago una paradita porque ejerce sobre mí el poder de un imán, allí estaba mi libro, supongo que un poco abrumado, igual que yo, al verse de pronto rodeado de nombres que suenan a literatura o a marketing, de títulos recomendados o anunciados con el machacón soniquete de la televisión.
Y allí me quedé parada, delante de aquel escaparate que devolvía mi reflejo, sola, sin decisiones, sin voluntad ni siquiera para hacer el gesto de llamar a casa y contarle a mi marido, en vivo y en directo, el momento que estaba viviendo.
Pero...claro, todos me conocéis, y sabéis antes de que os lo diga, que ese estado silencio y calma apenas duró un momento. En seguida salió mi parte "mamarracha", no podía ser de otra manera. Os lo cuento:
En primer lugar tengo un móvil nuevo. No es que yo sea excesivamente torpe para el tema de las tecnologías, pero todo es práctica en la vida, así que de repente me di cuenta de que sólo había usado una vez la cámara y no tenía ni idea ni de si podía enfocar o cambiar de forma manual alguna opción, que dejara ver lo que había detrás del reflejo. En segundo lugar, la librería tiene una mesa de información y referencia, justo en la puerta, y realmente me daba mucha vergüenza que el dependiente, que en ese momento (5 de la tarde) no atendía a nadie, me viera hacer fotos de su escaparate, sobre todo por el hecho de que pensara que estaba realizando alguna acción relacionada con la piratería, etc, etc. 
Intenté ser discreta, pero no hubo manera. Nada más empezar con el tema móvil apuntando hacia el escaparate, pero haciendo como que alguien me llamaba, solté de su clavija los auriculares, sin haber apagado aun la música, llamando la atención del hombre que a partir de ahí, no me quitó de encima la vista.
Para colmo de males, no me aclaraba de donde tiene el telefonito almacenada la galería de imágenes, así que  no podía asegurarme de que aquello estuviera saliendo bien y por si acaso, repetí como siete veces y desde distintas posiciones la foto.
Y ya, como colofón y para rematar la jugada, precisamente en ese momento de sofoco, en el que os prometo que acabé sudando, dos chicas que andaban por las estanterías del escaparate curioseando los libros agarran, precisamente en ese momento,redundo en ello,  mi librito con el tamarindo.
Como es bien sabido, en la solapa del libro va mi foto y yo tengo clara conciencia de ello. No di tiempo a más. Sólo pensar que aquellas chicas se volvieran y me vieran allí, detrás de ellas, como una autora loca, con el móvil haciendo fotos...bueno, no había Calle Ancha suficiente para lo que yo corría. Qué sofocón...
Ahí os dejo la constancia de los hechos.

jueves, 11 de abril de 2013

Maternidades

Ayer pasé un ratito agradable con los hijos de una amiga, de una gemela que ha tenido unos gemelos que llevan ya seis meses asomándose despacito a la vida.
Si ayer yo hubiera sido la protagonista de una película, el momento en que tuve en brazos a los niños hubiera sido la escena perfecta para hacer un fundido en negro y provocar eso que en el cine se denomina flashback (escena retrospectiva en castellano, ir "patras" en andaluz castizo).
El calorcito suave que emanaban aquellos bebés, sus miradas limpias y aquel aroma que impregnaba la casa de mi amiga Mili, me hizo retroceder en el tiempo casi sin proponérmelo, sin pensarlo y sin apenas poder controlar un estremecimiento por toda la piel que volvió a llevarme al salón de mi casa, cuando eran mis niños los que balbuceaban, haciéndose entender con sonidos recién estrenados.
De repente volvió la ternura, el orgullo y la felicidad completa, pero curiosamente también volvieron a mí los fantasmas del miedo a la enfermedad, del terror a cometer una equivocación y a la responsabilidad de ser la repostera elegida para desmoldar un futuro.
Y es que es muy difícil ser padres, o al menos lo es para mí. Estamos tan acostumbrados a que parezca algo natural, algo con lo que todo el mundo cuenta desde el momento uno en que tienes una relación de pareja, que tú te dejas llevar por ese sentimiento de "la ley de la vida", y te embarcas en la aventura sin saber muy bien dónde terminará el viaje y sin intuir siquiera o haciendo como que no oyes, que lo que viene después del "ha sido niñ....", es la situación más surrealista que vas a vivir en la vida.
 Ayer intuí las risas y los llantos, sentí el cansancio de las noches en vela, aspiré el olor del amor, porque el amor por los hijos se huele, y cargué de nuevo las pilas de la vida, las que hacen que giren las manecillas del reloj que cuenta las horas importantes, las que no se olvidan nunca y te convierten en mejor persona.
Ya me han dicho que en la novela que he escrito, la maternidad es un tema que sobresale por encima de los demás. Ni lo dudo ni me extraña porque creo que no hay nada más importante en mi vida que sus vidas, ni nada que supere a la sensación de saber que de alguna manera son parte de mí. Si hay tres cosas que hacer en la vida para estar completo, no voy a negar que me siento orgullosa de haber conseguido cumplir con el tópico. Plantar un árbol me trae recuerdos de la adolescencia perdida, del campito de Chiclana y de vida por estrenar. Escribir un libro, de eso qué os voy a contar, si todavía ando en la nube de los sueños conseguidos. Pero tener un hijo, o dos como en mi caso, eso supera con creces el límite de los sentimientos probables, de las emociones presentidas. 
Aunque es pronto, y como yo no soy mucho de días señalados, vaya con adelanto mi felicitación más sincera a todas las madres del mundo, por supuesto antes que nada la mía, a todas esas personas que un día de repente aprendieron que alguien se había colado sin preguntar por delante de sus prioridades, que la criatura no traía manual de instrucciones y que la tierra había dejado de girar alrededor del sol de repente, por esa facilidad que tienen los niños de hacer que el mundo de vueltas a una velocidad diferente. Para todas y por todas, es justo haceros llegar mis más cariñosas felicitaciones. Besos

viernes, 5 de abril de 2013

Haciendo surf

A mi amiga Ana le encanta hacer surf.
Cuando alguna vez la he oído hablar de ello, o he visto alguno de los vídeos que cuelga en facebook, siempre he pensado lo maravilloso que debe ser estar ahí arriba, en la cresta de la ola, con el viento arremolinándote el pelo y sin absolutamente nada más que hacer que disfrutar de la belleza. 
Ayer, Ana estuvo en la presentación de la novela en Cádiz y hubo un momento en que la miré mientras yo hablaba y sentí con ella la complicidad de las sensaciones. Pensé que en ese momento todo lo que yo estaba percibiendo a mi alrededor, debía ser de alguna manera comparable con la brisa del mar y la seguridad del equilibrio perfecto.
No puedo describir de otra manera todo lo que ocurrió ayer. Este Cádiz que se mete por los huesos y me hace volver al mar para lo bueno y para lo malo, me pintó de sol una tarde que anduvo gris y amenazando lluvia en el cielo, pero a la que yo vi azul y olí a verano porque el corazón se apoderó de los sentidos.
Fue una tarde para compartir, un rato de familia, de amigos, de compañeros. Un momento de locura que disfruté como si no hubiera mañana, como si estuviera atesorando con fruición el oxígeno necesario para seguir buceando.
No os preocupéis por mí. Sé perfectamente que al final de la ola está la orilla, donde si consigues guardar el equilibrio llegas de forma dulce, sonriendo y con la piel curtida por las emociones vividas. No voy a volverme loca cuando vuelva a pisar la arena blanca, eso os lo aseguro. Pero ahora, tengo que permitirme a mí misma vivir la emoción de ponerme de pie y sentir el rumor del agua bajo mis pies y no sé cómo puedo agradeceros a todos que lo estáis viviendo conmigo, que os hayáis convertido en el viento que empuja al mar y en la sal que sana todas las heridas.
Gracias a Ricardo Chamorro (Director del Área de Biblioteca y Archivo de la UCA) por convertirme ayer en protagonista, a Charo Gestido porque quiso presentarme de forma profesional, pero no pudo dejar atrás sus emociones, a la editorial porque sin ellos esto no estaría pasando y por supuesto, por encima de todo, a todas las personas, muchas parte importante de mi vida y otras a las que ayer conocí, por haber estado allí, por las palabras preciosas y por hacerme vivir un momento surfero, de pie, sobre una ola.
Gracias.
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