martes, 30 de julio de 2013

Teleisla

¡Chavales! ¡Mañana voy a la tele!.
Bueno, bueno, no os alborotéis que lo explico. Hablo, evidentemente, de la tele local de mi pueblo ¿eh? No me va a hacer un programa especial Antena3 ni voy a sustituir a Lucía Etxebarría en el papel de "como una cabra" que ha protagonizado en Telecinco. No, no es eso. Voy a hacer una entrevista para hablar sobre la novela en un canal de San Fernando que se llama Teleisla.
Pero oye, mira cómo son las cosas que ando yo la mar de ilusionada. Hace unos días leía en el blog de una chica que ha conseguido muchísimo éxito y ha publicado un libro, cómo fue su entrevista para la 2 de Televisión, con coche de producción en la puerta y sesión de maquillaje. Y fíjate por donde, con lo que me gustó leer su experiencia, a mi manera también voy yo a la tele, eso sí, en mi coche y con mi barra de labios puesta de casa.
Sé de antemano, no tengo ninguna duda, que voy a pasar un rato agradable. Al periodista ya lo conozco, es un chaval joven con muchísimas ganas de trabajar que me sorprendió con su profesionalidad cuando me entrevístó en la radio. No es que yo esperara menos, por supuesto, pero estoy segura de que  en otros medios de comunicación más relevantes, el que pregunta se lee el prólogo y poco más, aunque el entrevistado sea más merecedor del esfuerzo, por tratarse de un escritor de renombre. Y en cambio, este hombre (Antonio Campos) se había empleado a fondo en conocer mi pobre trayectoria de premios, mi página de facebook y este blog. Condujo la conversación de una manera muy inteligente, además de hacer algo que no es fácil encontrar en un periodista y en un medio de comunicación: dejar que expresara todo lo que yo quería decir.
Por otra parte, el entorno no puede ser más encantador. El programa se graba en La Cantina del Titi, vamos El Bartolo, como decimos en mi tierra identificando el bar con el nombre del dueño. Es un lugar mítico de la zona marinera de San Fernando, con terraza en la Bahía y un olor a sal y a sapina que recompone el cuerpo, un lugar donde  me gusta estar porque su estampa me recuerda anocheceres preciosos y charla de amigos.
Pues sí, allí estaré. De momento voy a disfrutarlo, después vendrá lo duro, cuando me vea gordísima ( por si acaso voy a ir diciendo lo mismo que Falete, que es la tele la que engorda no el cuarto kilo de chicharrones que me comí con la cerveza) y haciendo gestos sin parar, como si no hubiera mañana. Ya os pondré al corriente de día y hora de visionado, que la vida está "mu achuchá" y os merecéis un ratito de risa. (Aunque sea a mi costa. Todo sea por vosotros...je,je). Uf...además hace levante...¿y cómo me peino? ¿Me visto muy formal? No, que tengo que parecer más bien moderna...
No me vayáis a negar que escribir una novela no merece la pena...vamos, que ya estoy con la siguiente...

jueves, 25 de julio de 2013

Las fases

Cuando una tragedia como la de ayer golpea fuerte, tengo la sensación de que a pesar de no ser una víctima directa, el cerebro va pasando por distintas fases hasta asimilar el dolor que nos produce el impacto.
La primera sacudida llega cuando, de repente, cortan la programación en televisión para poner un informativo. Ahí ni siquiera es el cerebro el que manda, creo que el respingo en el cuerpo lo ordena directamente el corazón, que sabe que nunca una de esas pausas ha sido para contarnos con alegría que se acabaron los problemas. Y esa cabecera que corta la ingenuidad de la serie de risa o la ficción de la película de intriga, pone la piel de gallina porque la memoria azuza rápidamente la marcha, y vuelve a enseñarnos imágenes de atentados, sangre y luto, que teníamos, desde la última vez, guardadas en el cajón en el que dejamos bajo llave todo aquello que una vez nos hizo daño.
Luego, cuando llega la noticia y entendemos la gravedad de lo ocurrido, lo primero que hacemos es pensar lo cerca que hemos estado de ser protagonistas; hace unos días cuando viajamos en un tren de las mismas características, o en ese momento en familia cuando decidimos: el próximo viaje es Galicia.
Y entonces, a renglón seguido, siendo verano y sabiendo lo que significa en cuanto a viajes y movimientos, empiezas a repasar mentalmente qué miembro de tu familia más o menos cercana, qué amigo o qué conocido puede estar en esos momentos sufriendo en sus propias carnes lo ocurrido.
En mi caso, la mayor parte de la familia de mi marido es de Pontevedra, y entre los míos también hay gallegos de adopción y mucha gente joven que se mueve en estas fechas de un lado a otro. Como afortunadamente, el listado de amigos también es grande, el pulso acelerado me explica que todos tenemos posibilidades de que el hilo frágil que sostiene la vida, haya sido cortado de forma absurda para un ser querido. Se nos instala una incertidumbre insana que al menos en mi caso se traduce en escalofríos, a medida que se va conociendo más la magnitud del accidente. 
A esas alturas de la noche, ya es el miedo y sobre todo la rabia, los dos sentimientos que se vienen a vivir al corazón. Sabes que si hubiera ocurrido algo, no lo sabrías de inmediato e irremediablemente te quedas alerta a una llamada o a un mensaje que te transmita el drama.
Ahora en la mañana, cuando la resaca de lo ocurrido sigue planeando y tienes la "tranquilidad" de saber que el teléfono no ha sonado y que el impacto no ha sido directamente contra tu tejado, es difícil ni siquiera imaginar por lo que tantas familias estarán pasando. Creo que aunque lo intentes, hay un resorte en algún lugar que te distrae para que no sufras el dolor agudo, el desgarro salvaje que debe sentir alguien por dentro cuando ya no hay solución porque sólo hay muerte.
Ayer lloré, lloré porque se me agolpaba la pena. No pude evitar recordar que hace un mes yo viajaba en un Alvia desde Madrid a Cádiz y el tren iba lleno de niños. No pude evitar emocionarme con la buena gente que una vez más demuestra que España es un país solidario. 
Estoy profundamente triste hoy. Esta vez, como tantas, las palabras son difíciles porque los sentimientos desbordan el alma. Mi más sentido pésame. 

martes, 16 de julio de 2013

Día del Carmen

Hoy es el día del Carmen. Es día de fiesta en mi pueblo y San Fernando, tierra costera y salinera por excelencia, no podía elegir mejor patrona que esta Virgen que simboliza y representa el mar.
Bien pensado, era imposible que fuera de otra manera, estábamos predestinados desde siempre, desde que ese líquido elemento que nos rodea comenzó a darle forma a esta zona como un alfarero, como un escultor que modela el barro del que estamos hechos los que nacimos aquí. 
Con esta celebración termina la feria, que se despide con sones de traca y procesión marinera, mientras las "Cármenes", que somos muchas, recibimos las felicitaciones y el cariño de los paisanos. 
Con los sones de las sirenas y el mecido de la marea, un año más se recogen las casetas del baile y los vestidos de la elegancia. Mi pueblo se quita los peinecillos y se dice adiós con una Salve suave y un "quejío" bajito. Toca retirada de cacharritos infantiles y rebujito de adultos. Es momento de aprovechar las últimas horas y sacudirse el albero.
Cómo se nota este océano desde mi ventana que hoy también está de fiesta, cómo se siente este sabor que en Cádiz se cuela por cada resquicio y vuelve las palabras saladas. Parece que se palpa su caricia, instalándose en los ojos y en el alma, robándonos de forma descarada los sentidos. ¡Ay el mar!, ¡cómo huele de bonito el mar!
Felicidades Cármenes. Feliz día marinero.

                           

                             

miércoles, 10 de julio de 2013

Ha vuelto el verano

Que digo yo que más que a un café, más vale que os invite a un "polo flá", ¿no? Qué calor por Dios Santo...
Hoy por fin se ha calmado el viento de levante en esta tierra que me quema los pies, y parece que el verano definitivamente se ha instalado en nuestras vidas.
Nadie que no sea de aquí puede entender lo que el levante es capaz de hacerle a tu cuerpo aunque seas gaditano de los de toda la vida y parezca que deberías estar acostumbrado. Sólo los que vienen a vernos son capaces de compartir la sensación impotente de tener ese mar azul tan cerquita y no poder acercarte porque el viento lo impide en forma de arena asesina y un oleaje picado que nos pone en alerta amarilla.
Así que hoy, a medida que la mañana avanzaba y el "huracán" fue retirándose del remolino de  la puerta de mi casa, de la blancura de la arena seca, y del fondo de una parte del cerebro donde deja un dolor "molestón" y "achaparrao", todos notamos que el verano ha vuelto a hacerse presente.
Es curioso pero se nota enseguida. Se ve en la cara sonriente de la gente rellenando de cubitos las neveras, en el son parsimonioso de la vida cotidiana y en la alegría del patio de luces, donde cuelgan a estas horas las toallas de secar salitre y sacudir calores.
Y es que mi tierra no es la misma sin mar, sin mojito  y cervecita en la sombrilla. Este Cádiz...salada claridad que decía el poeta. Mañana playita como que sí.

jueves, 4 de julio de 2013

El juicio

Algunas veces, cuando estoy muy cansada, recurro al sofá y la televisión para una cura de vacío mental. En esas ocasiones, en las que lo que necesito es que el run run me entretenga del dolor de cabeza, siempre acudo a programas del tipo Sálvame. Son tan surrealistas los temas que tratan, y es tan increíble la facilidad con la que van entrando a trapo la hermana de la cuñada de un primo de un personaje que algún día fue famosillo por algo, que puedes pasarte toda una tarde oyendo barbaridades absolutas, de alguien que a nadie le importa o que ya ni siquiera recuerdas. Yo me lo tomo como la que va al teatro y está viendo una obra cómica, en la que más que el diálogo en sí, lo que verdaderamente da risa es lo absurdo de los personajes.
El problema fue que ayer, reconozco que la tragicomedia que representaban no me interesó ni los cinco primeros minutos, así que me dediqué a dar vueltas de mando, intentando evitar los debates políticos porque no tenía el cuerpo para enfados gratuitos, hasta que me paró en seco una de las cadenas que estaba hablando del caso Bretón. Me quedé colgada de la imagen de ese padre al que están juzgando por algo tan terrible. 
Sé que no es políticamente correcto decir en estos casos lo que todos pensamos, y también sé, porque estoy convencida de ello, que tiene que haber un abogado que lo defienda porque es la única manera de asegurar que todo el mundo tenga un juicio justo. Pero en las imágenes que veía, el letrado estaba jugando con el tema de que la caja donde se guardan los restos de esas critaturas no estuviera precintada, supongo que para poder pedir la nulidad de dicha prueba, que es la más condenatoria.
Una cosa es que hay que estar seguros de que fue él el que lo hizo, eso está claro porque bastantes veces ya  se ha incurrido en errores que han supuesto la cárcel para alguien. Sin ir más lejos, si la equivocación hubiera sido al revés, es decir, si la forense hubiera asegurado que los huesos eran humanos y realmente hubieran sido de animal, podríamos estar culpando a  un inocente. Pero de eso a dar a entender que durante el proceso alguien ha manipulado esas pruebas ¿para hacer qué? ¿qué está queriendo decir, que alguien de la policía ha introducido en la caja huesos del esqueleto de un niño para echarle a éste la culpa? Eso es demencial y ruin.
Yo, ayer, creo que como todos, me convertí en juez y parte casi sin quererlo y apliqué mi propia y personal sentencia. Me di cuenta de que llevaba todo este tiempo poniéndome siempre en el lugar de la madre. No puedo hacerme ni siquiera una leve idea de lo que esa pobre mujer sentirá, cada vez que oye hablar con esa frivolidad de la jerga con la que se habla de huesos, de barbacoa, de violencia, cuando se trata de tus niñitos. Llevo todo este tiempo, acompañándola como madre en sus sentimientos porque es lo que te pide el corazón. Pero ayer, curiosamente, por primera vez, superé la repulsa que me produce el individuo en cuestión e hice el ejercicio de trasladarme a la piel de ese padre, algo que me convenció de que no hay ninguna duda de que es el culpable. 
Creo que si yo estuviera en su lugar y fuera inocente, me daría exactamente igual lo que hicieran conmigo, qué más dará si después de algo así no puede haber vida, pero no podría sonreír ni por un momento, ni siquiera tendría capacidad para estar atento a las preguntas ni a los protocolos del dichoso juicio. Me dedicaría el tiempo entero a llorar, a pedir, a suplicar que alguien siguiera buscando a mis niños, porque si todo esto fuera un tremendo error y yo no hubiera sido, me volvería loca de pensar que mientras tanto, alguien los tiene retenidos. 
En esa tranquilidad y en esa sonrisa de Bretón se encuentra, bajo mi humilde opinión, diluida la posibilidad de su inocencia. Hay veces que el género humano da asco.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
UA-11714047-1