miércoles, 29 de enero de 2014

Afilando lápices

Cuando estás en uno de esos momentos en los que todo se pone en duda y te preguntas a ti misma qué haces aquí, contando impresiones en esta especie de diario donde vas deshojando el alma, llega una persona desconocida, entra al saloncito de la tertulia y te deja un comentario como este:

"bellisimo hogar de letras un placer pasear por aqui mis humildes felicitaciones, cordial saludo".

Entonces te miras en el espejo del cuarto de baño, ese donde ves cada mañana cómo eres cuando todavía no te has puesto el disfraz de enfrentarte con el mundo, y decides que es aquí donde quieres estar, que es este el sitio en el que, por algún misterio que desconoces, te puso la vida.
Sin más pretensiones que hacer lo que realmente te gusta, afilas nuevamente los lápices de contar historias y los rotuladores coloridos de pintar la vida. Recorres despacio las palabras grabadas desde hace más de cuatro años, los nombres de los amigos que han entrado y salido en oleadas por la puerta que siempre está abierta, y vuelves a recuperar la sonrisa.
Sabéis que os espero siempre. Gracias por estar.

 

martes, 21 de enero de 2014

Deficiencias

Estamos viviendo un momento y un país extraño.
No se trata solamente de que la vida nos haya cambiado en el aspecto económico. Eso es algo que los pesimistas casi estábamos esperando, desde que veíamos las calles llenas de Mercedes y a los pobres viviendo en chalecitos adosados.
No, no es sólo eso. Tengo la sensación de que se nos está colando por los resquicios de la puerta un aire rancio y oscuro, un hedor que recuerda a vela gastada y bola de naftalina. Y a mí no me gusta.
Yo que soy de las que disfrutaba del oxígeno que provoca la modernidad, me siento asfixiada entre tanto imbécil con sotana o sin ella, que pretende devolvernos de un empellón a un pasado que sólo es digno de recuerdo para unos cuantos privilegiados.
Me encantaba ver que la sociedad avanzaba. Despacio, dándose tiempo pero con paso firme, estoy segura de que caminaba hacia un lugar con menos tabúes y más esperanza. Me llenaba de orgullo ver a mis hijos darme las primeras lecciones de normalidad, cuando tenían muchísimos menos prejuicios que los que tuve yo a su edad, para aceptar que hay homosexuales y heterosexuales, padres separados, hijos adoptados, negros y blancos, católicos convencidos, bautizados por inercia y algunos que, incluso, elegían alternativa en vez de religión.
Por eso, cuando escucho al cardenal que dice que los homosexuales son "deficientes", y tengo la convicción de que es a él y otros de su camarilla a los que este Gobierno paga la deuda debida, no me río ni hago chistes como recomiendan en facebook. Más bien me indigno, me enfado y sobre todo me asusto.
Y es que esas afirmaciones gratuitas que gentuza como este caballero hacen en internet, en las cadenas de televisión vintage o en el púlpito de las Iglesias más ortodoxas, no hacen más que reavivar el odio y la desigualdad que siempre han sido germen de malos tiempos para aquellos a los que ven diferentes. Son muchos los años que cuesta dar un paso en estas cuestiones. En cambio, unas palabras dichas sobre el ánimo enardecido de la gente,  en un momento en el que las necesidades del bolsillo debilitan el espíritu más puro, pueden ser el antes y el después de una situación que la Historia nos recuerda que se va de las manos.
Creo que alguien debería pararle los pies a la gente que utiliza estos argumentos. Me da igual del color que vista o quien pague su nómina. Creo que no deberíamos esperar a que sea el nuevo Pontífice, el que venga a sacarle los colores y recordarle a este individuo o al que deseó en vivo y en directo la muerte a Pedro Zerolo, que por encima de la Iglesia en nombre de la que habla, en este país hay leyes que deberían, si no es mucho pedir, defender el honor de las personas, aunque en  boca de estos idiotas suene a indefendible.
Dice el lumbrera que la homosexualidad puede controlarse con un tratamiento igual que la hipertensión. Mira por donde vamos a tener un medicamento al que no se le aplicarán los recortes. Sólo verlo a él y queda claro que han sido excluidos de la Seguridad Social los supositorios que controlan la idiotez, el odio cerval y sobre todo el desconocimiento.
En fin...vivir para ver.

lunes, 13 de enero de 2014

Detroit te está esperando

Hace unos días leí una noticia de las más raras que he visto en mi vida. Era algo tan extraño que ni siquiera tuvo el poder de dejarme atónita; que hubiera sido lo suyo. 
Creo que cuando la excentricidad llega a unos niveles tan inimaginables, ni siquiera acierta a sorprenderte, al menos en los primeros momentos. Tengo la impresión de que tu "yo racional", el que no te deja creer en las hadas ni en los hombrecillos verdes, martillea de forma agresiva la cabeza con una idea convincente: "es una broma, no caigas, no seas pardilla". La sorpresa más bien vino después, cuando comprobé que no había nadie queriendo quedarse conmigo en facebook y que el titular estaba perfectamente contrastado. 
Os resumo la historia a ver qué os parece: los americanos, que son sin duda los seres humanos más peliculeros del planeta, han creado en la ciudad de Detroit una asociación denominada Write-a-House. Dicha asociación ha lanzado una propuesta, que a mí me pareció alucinante, según la cual ofrecen una casa gratis a escritores de cualquier parte del mundo que quieran instalarse allí. A cambio, los susodichos tendrán que dedicarse en cuerpo y alma al noble arte de escribir y reforzar la cultura de dicha ciudad.
Sí, sí, habéis oído bien, la casa es gratis (de las de las pelis: con buhardilla para que se esconda el asesino que te mira a través de un boquete en el suelo) a cambio de que te dediques a escribir literatura, a ser posible de la buena, y participes en las tertulias literarias y blogs municipales de la ciudad. Aceptan escritores de cualquier país y de cualquier lengua, así que todos los que sentimos por dentro el gusanillo de la literatura vamos a tener una oportunidad. No me digáis que por lo menos, la cosa no es curiosa. 
Yo durante unos instantes me entretuve en comparar el anuncio con lo que vivimos en España, donde ser escritor es algo que produce risa por no decir pena. Tengo que reconocer con sonrojo que la envidia hizo mella en mí. 
Lo que ocurre es que al minuto siguiente del ataque cincuenta por ciento rabia y otro cincuenta tristeza, mi otro yo pensante inmediatamente se encaramó a internet para teclear, sólo por curiosidad malsana (y por si en una ida de olla cojo el portante) la palabra Detroit.
La "ciudad fantasma" la llaman en San Google (qué sería de mí sin él). Ciudad dedicada al sector del automóvil que entró en caída libre desde los años noventa y que ha tenido que declararse en quiebra porque las arcas municipales están en bancarrota. Protestas en las calles, suspensión de pagos en la administración pública, barrios fantasmas porque han perdido a un sesenta por ciento de la población, aumento de la delincuencia a cotas insospechadas...Madre mía...esto no es una oferta de trabajo, esto es un campo de exterminio. ¿Qué tienen esta gente en contra de los escritores?
En definitiva, que volví de nuevo a la realidad diaria de mamá España. ¿Que el libro más vendido sea de la insigne escritora Belén Esteban? ¿Que los premios literarios importantes son de pega? ¿Que la cultura se recorta por inútil? ¿Que los escritores hacen el trabajo y las editoriales lo cobran? Qué más da. Al menos, pienso en momentos de lucidez, aquí tengo derecho al desahogo. Que no me sé ni una palabrota en inglés, oye. Cuanto más en americano...¿o es lo mismo?

miércoles, 8 de enero de 2014

Bucear a pulmón

Bueno... Los niños se han ido al "insti", los manteles están planchados, y el sofá ha vuelto a la soledad mañanera necesaria para recuperarse del trato recibido durante este último medio mes.
Hoy, mientras limpiaba con brío los recuerdos que las fechas han dejado en el cristal de la mesa del café, y sonreía recordando los buenos momentos vividos en cada reunión, he llegado a la conclusión de que la Navidad es algo muy parecido a bucear a pulmón. 
Creo que los días veintidós y veintitrés de diciembre son justo el momento del salto. Todo huele a fiesta mientras decoramos el árbol. El tiempo acompaña, sientes la alegría del sol en la cara y vives la emoción de lo que está por llegar. Es el momento de la ilusión, y ella siempre es una buena compañera de viaje.
La Nochebuena y el Año Nuevo lo vives de verdad. Esa es la mejor parte de la inmersión. Llevas los pulmones henchidos de aire y puedes disfrutar del paisaje. Sólo hace falta tener ganas de vivir la vida, para que las anémonas y los peces de colores te contagien el ritmo mágico de la cadencia de las olas.
Lo que pasa es que luego, justo cuando estrenas nueva época,  te das cuenta de que el paseo se termina y no has hecho bien los deberes. Llega el momento de los regalos por comprar, del "qué puedo llevarle para que le guste", del "esto no me vuelve a pasar el año que viene". Entonces es cuando empiezas a sentir que te falta el aire, que tienes que subir ya a la superficie y las aletas no son lo suficientemente grandes.
Todas las Navidades las acabamos así: enfadados, con el estrés de las tareas pendientes y la sensación agónica de saber que es la hora de recoger los adornos y el árbol que ayer ya no encendimos.
En cambio, para mí el día de hoy es como el renacer. Tengo la sensación de haber sacado la cabeza del agua. Veo la casa recogida al fin, huecos donde antes había todo tipo de trastos y sensación de calma y penumbra donde hasta ayer lucían las estrellas con luces celestiales. 
He tomado aire para llenar mil pulmones como los míos. Por este año se acabó la acuática excursión. Me quedo con la belleza infinita del mar, con la alegría de respirar y con una maravillosa sonrisa en los labios.
Espero que hayáis disfrutado del buceo. Bienvenidos a la fascinante percepción de la monotonía y la cotidianidad. 
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