miércoles, 28 de septiembre de 2011

EL NUEVO FACEBOOK


imagenes para blogger
Qué lío de facebook, por Dios.
Mira que yo siempre he dicho que me gusta pertenecer a esa red. En primer lugar porque veo, a diario y a veces en directo, qué va siendo de las vidas cotidianas de gente a la que tengo muy cerca y como no, esto es hasta más llamativo, de otros a los que tengo lejos o de los que el destino se había encargado de separarme por aquello de las circunstancias y el devenir.
Pero últimamente esto se ha convertido en un rollazo. Con la historia de los cambios que han querido darle los padres del invento, ahora ya no sé si veo lo mismo que antes, si mis amigos siguen conmigo o se han quedado flotando en el ciberespacio virtual de Internet o tal vez si mi alma ha quedado expuesta y abierta a los comentarios del mundo, cosa que no me hace mucha gracia a pesar de que, como mucho, sólo acertarán a cotillear de mí el aspecto casual o elegante que he decidido ponerle a mi “sim”.
Cada vez que entro hay una historia diferente y se ha abierto una nueva alarma social: ponte sobre mi nombre, abre no sé qué ventana y táchame en el apartado donde dice “no te voy a cotillear más”.  No hagas caso de un colega que se llama Pepito Pérez y que en realidad es un virus que te formatea el ordenador. Haz una lista con los mejores y deja fuera, si puedes, a la petarda que no hace más que mandarte galletitas de la fortuna y que, por cierto, nunca acierta con la premonición de lo que el futuro te va a deparar….por favor qué estrés…Incluso he visto en el muro del amigo de una amiga una alarma que me tiene preocupada: al parecer si no entras en Cuenta /Configuración de Privacidad/Invasión Doméstica/Pantoja/Copla y quitas las comillas a "Marinero", puedes encontrarte con la papeleta de que se te cuele en casa la susodicha a cantarte aquello del alma que se le enamora a ella cuando lo mira. Que desde luego si al que miraba es a Julián Muñoz, a mí ya me da la noche, seguro
A ver si alguien le dice de una vez por todas al Mark Zuckerberg ese que se esté quietecito con las manitas, hombre, que estoy más atacá que un aspirante a Notario.
Con lo fácil que era antes, que tú nada más entrabas y ya sabías con una miradita quien te había dado un punto de oro para jugar al mahjong, a quien le hacía falta una estrella para explotar las bolitas, qué conocido había publicado su última foto en la playa y cuándo es el cumpleaños de esa amiga de tu amigo con la que crees que tiene  tema.
Pero hija mía, desde hace unos días esto es una revolución. Claro que bien pensado qué se puede esperar de un invento que ha sido ideado por un tío que como propósito para el 2011 se propuso comer sólo lo que él matara, solicitando una licencia de caza para dar muerte, el mismo que viste y calza, al bisonte del que iba a filetear las consabidas hamburguesas. Come lechuga, chiquillo, o jamón de pata negra y déjate ya de complicarnos la vida.
Ahora, eso sí, ahí seguimos todos. Un lío de muerte, dale aquí, tacha allá pero los mismos jugando al cityville, subiendo vídeos de niños y compartiendo musiquita. Parece que nos ha enganchado el tío del bisonte.
Supongo que al fin y al cabo todos tenemos derecho al ocio y es verdad que esta forma de compartir los ratitos tiene un no sé qué que atrae.
Yo, por si acaso, estoy siguiendo todas las recomendaciones que me dan incluida la de la Pantoja. El fin de todo esto es no perder el contacto con la gente a la que aprecio, formar parte de un grupo y pasar todos los días un buen rato.
Ay, si no fuera por estos ratitos y los de cobrar…

jueves, 22 de septiembre de 2011

VOLANDO VOY


Qué poco me gusta viajar en avión.
Sé que esto que acabo de decir no queda nada moderno, e incluso siento ya, detrás del cogote, la sonrisa ladeada de algún glamuroso conocido . Pero que quieres que te diga, por muy cosmopolita que una quiera ser, a mí ese momentito fatídico en que los motores se revolucionan y el estómago aprovecha el ascensor para saludar a la garganta, ese ratito las paso canutas. Además, vamos a ser sinceros, rápido será el viaje, pero rollazo…eso lo es un rato.
 A mí me gusta mucho el AVE. Eso sí que está bien: llegas a la estación con el tiempo justito, enseñas tu billete y ¡ala! a sentarte en un silloncito cómodo, ver una película gratis o relajarte con musiquita, mientras ves pasar de cerca vaquitas pintadas con manchas, tractores recogiendo heno…una delicia, no me digáis que no.
Pero el avión…eso no está “pagao”. Vamos, que deberían ser ellos  los que sufragaran con creces el martirio que nos hacen vivir.
En primer lugar al aeropuerto tú no puedes llegar a tu hora. No, ni hablar. Si tienes billete para las once, que dices tú: anda, para no levantar temprano a los niños…je, je, de eso ni “mijita”, tienes que estar allí como muy tarde a las nueve por si algo falla, que fallará o si hubiera que facturar equipaje. Eso ya es un sofocón porque claro, desde que la facturación es pagando, ahora todo el mundo quiere llevar una maleta pequeña llamada “equipaje de mano”, ¿de mano? Cualquiera la lleva en la mano. Si, esa que llenamos a reventar porque con eso del “total para cuatro días”, creemos que todo nos cabe en el hueco de un neceser y al final acabamos acarreando el gel en tarros pequeños, el secador de cabello y hasta una mini plancha si es que vamos a una boda o a un evento de postín.
Así que mientras la azafata, esa del rabillo pintado, nos hace poner la maleta en un hueco que nos parece enano,  tú vas cruzando los dedos y haces cuenta de qué te saldría mejor, si pagar el coste del porte o dejar allí en la papelera, algunos de los cachivaches que embutiste a presión.
Bueno, y eso ya es delante de la puerta de embarque, que no se me olvida que antes he tenido que pasar un control que todavía me tiene atareada con la hebilla del cinturón. Anda que si me echo a la cara al “gili” que le dio por pasar un objeto metálico en el tacón del zapato de esparto, le doy en las espinillas, ya sea terrorista o fakir del circo del sol, que llevo un cuarto de hora volviendo a anudar la cinta que se amarra a la pantorrilla.
Si encima vuelas como yo en un vuelecito de saldo, eso ya es la locura. Todo el mundo en su autobús, entrando por la puerta grande y Ryanair al final del pasillo, bajando al trote por una escalera y recorriendo medio aeropuerto tirando de la mano del niño.
Y ahora viene lo peor. Si ya yo llevaba el pellizco porque ese miedo lo reconozco innato, ahora me enseñan de cerca ese tubo con alas que tengo que creerme que vuela y me sientan en un sillón, con un cartel delante de la nariz que me va recordando, por si se me olvidara u olvidase, que el trasto puede pegar el “pellejazo” desde siete mil pies de altura y que para eso tienen ellos unas mascarillas que bajan del techo, atinando a darle a no sé qué botón, por si acaso tengo ganas de pegarme un chute de oxígeno puro, mientras caigo en picado a la altura de Albacete.
Lo mejor de todo es cuando de pronto, la azafata-chica para todo se acerca al micrófono y te ofrece jugar al rasca y gana, que ahí es donde yo me quedo ausente, incrédula ante el momentazo. Aquella pobre chiquilla, vestida de un verde y amarillo que no le sienta nada bien, se convierte en crupier de un bingo flotando sobre las nubes. Puedo juraros a todos que allí no le compró nadie, a pesar de que ella nos contó, y eso en varios idiomas, que la causa era inconmensurable, que hacíamos  una buena obra para los niños de Irlanda. ¿De Irlanda, chiquilla? ¿Tiene que ser de Irlanda con lo que tengo yo en mi tierra?
Bueno que lo dicho, que entiendo al pobre del Papa cuando besa el suelo al llegar y que yo, desde luego, por eso del corte, pero vamos que si no al suelo al piloto, un piquito le hubiera dado más de una vez.

sábado, 17 de septiembre de 2011

HABITACIONES CERRADAS


Para ir dando color a esta nueva temporada, el miércoles hubo reunión del club de lectura. Esta vez, a modo de inauguración del curso, quedamos en un restaurante de la localidad para almorzar (término que me encanta y que anda un poco perdido en ese diccionario de palabras desechadas del que un día hablamos, ese que ya no uso pero que a veces, sin querer, viene a golpearme los oídos y me deja los sabores a cocina de mi madre, el olor a limpio de mi abuela o la frescura del pozo del campito de Chiclana).
Como ya sabéis, en esta ocasión el libro que hemos leído es  Habitaciones cerradas de Care Santos. Creo que todas mis amigas y yo hemos quedado impregnadas de sentimientos que traspasaban la lectura. Eran sensaciones que  los personajes han sabido retratarnos a través del don de la literatura que rezuma la pluma de su autora.
Sí que es verdad, tengo que reconocerlo sin pudor, que al principio costó un poquito hilar el tema. Llevábamos todo el verano sin vernos y eran muchos días, feria y viajes de por medio, como para centrarnos ya de entrada,  en los problemas de una familia catalana de primeros de siglo XX.
Como siempre, la comida discurrió saltando a la comba entre los recuerdos y las nostalgias de la gente común de una adolescencia que nos une y los avatares diarios de nuestras propias familias, asignaturas aprobadas o centímetros crecidos que ahora nos unen también de otra manera en las preocupaciones compartidas.
Pero ya a los postres, bueno mejor al café que hay que soltar el lastre que todas estamos convencidas que ha dejado el verano, fue el momento de comprobar quién había hecho los deberes de la comprensión lectora, ese trabajo estival con el que subir un punto la nota del primer trimestre.
Tengo que decir que me ha tocado una clase de empollonas. Todas se habían leído el libro, alguna traía posibilidades de propuestas y en general vi muchas ganas de seguir adelante con esta idea simpática del club que consigue sacarnos, un día de cada mes, de la rutina de nuestras propias vidas para sumergirnos, de alguna manera, en la rutina de las vidas de unos personajes de los que no tenemos pudor, porque para eso están creados, de cotillear. Al fín y al cabo, si lo pensamos bien, eso es un poco de lo que se trata en el género de novela. Un autor nos cuenta, con todo lujo de detalles, la vida de unos seres que viven en un mundo de papel y nosotros, con todo el derecho del mundo, nos acercamos a mirar el engranaje de sus historias que no podemos cambiar veamos lo que veamos.
Este libro que hemos leído tiene un planteamiento muy original. Los capítulos son como piezas de un puzzle. No guardan un orden cronológico, sino que van presentándote la vida de una familia viajando del pasado al presente y acentuando unas veces un personaje y otras otro. Y sólo será al final, cuando juntes todas las piezas, el momento en que tendrás una idea total de la obra y habrás recabado la información necesaria para conocer la ficción de una familia como tantas que vivió una época de movimientos sociales, incertidumbre económica, costumbres rígidas…una realidad en la que como siempre salieron perdiendo las mujeres, a pesar de que en España empezaban a instaurarse, suavemente, cambios importantes impulsados por el feminismo y por una modernidad a la que cortaron las alas muy poco tiempo después.
Es una novela “bonita” aunque tengo que decir que para estar construida alrededor de un asesinato a mí me ha faltado un poquito de intriga, ya que la propia originalidad de presentar la trama como piezas de un rompecabezas, hace que sea muy evidente desde el segundo capítulo como transcurrió la tragedia. Pero, en fín, como decía una de mis amigas ésta es una novela social, no podemos pedirle una estructura policíaca.
A mí, como la palabra almorzar, la novela me ha traído a la mente muchas historias contadas en mi casa sobre las mujeres de mi familia y supongo que a todo el que lea la novela le ocurrirá. Creo que en todas las casas deben quedar habitaciones cerradas, historias calladas de personan que vivieron una época muy dura, terrible sin distinción de sexo ni edad,  pero en la que las mujeres llevaron una carga infinita a sus espaldas, en la que era normal que los maridos bebieran, que los hijos murieran y que las habitaciones callaran.
Buen libro, os lo recomiendo.


domingo, 11 de septiembre de 2011

UN NUEVO CURSO

imagenes para Hi5Después de un veranito del que no puedo quejarme, algunos ajustes en la estructura del blog y una encuesta de la que he salido con la idea de que los cambios no están mal, vuelvo a la carga de la escritura en este interludio de tiempo en el que, como los niños en el cole, necesito todavía de un período de adaptación con el que empezar.
A modo de recordatorio, tendré que enfrentarme de nuevo con algunas de las cuentas más elementales, deberé darle sin duda, un repasito rápido a las tablas de multiplicar y, como no, habrá que ponerse las pilas en aquella ardua tarea de la comprensión lectora.
Parece que todo empieza a rodar aunque este curso se presenta complicado. De momento la crisis continúa. Tendremos que sacarle punta a los lápices “Alpino” porque hará falta mucha esperanza para darle color al dibujo. Deberemos sacar la goma de nata que hemos comprado nueva, esa que huele a chuches y con la que habrá que borrar tanta política económica de desastre, tantos números inservibles que han cambiado la vida de la gente en un país que no remonta.
Si no cambian las estadísticas, a mediados de curso probablemente habrá un nuevo director y con él cambiarán el secretario, el profesor de apoyo y quizás hasta el conserje, que ya se sabe que para esto de los canjes, no hay nada mejor que la cuenta nueva y esperar que cada cual, lleve como pueda el borrón que le será correspondiente en el reparto.
Dudo mucho, y lo digo desde ya, que el nuevo equipo directivo, sea el que sea al final, consiga al menos dar una mano de pintura a la fachada, aunque queden por debajo las manchas que dejaron aquellas lluvias torrenciales. Tengo la impresión de que de nuevo volveremos a montarnos en el tren de las promesas, para quedarnos con la cara larga del que escucha el ralentí de los motores, cuando la fuerza y la potencia no acompañan al pitido estridente que esgrime la locomotora.
Pero yo empiezo curso como lo empezaba siempre, como oigo ahora asegurar a mis hijos, con propósitos de enmienda y de mejora que luego no se cumplirán seguro, pero que indudablemente en estos días te hacen más fuerte. Empiezo con olor a libros nuevos, con plástico de forrar que protegen la ilusión de la inclemencia y con una maleta azul donde guardar la flauta de la música bailada, el bolígrafo rojo de resaltar lo importante y el bocadillo que me recuerda al recreo y a los amigos.
Os espero como siempre para compartir la lección. Haremos pandilla contra el matón de la clase y si os parece, dejaremos pasar la vida mirando por la ventana, con el sonido cadencioso de una voz lejana y el sabor reconfortante de la misión cumplida.
Que Catón reparta suerte.

domingo, 4 de septiembre de 2011

EL SALONCITO

Ayer se me planteó una duda.
Una de mis contertulias, allegadas por cuestiones de sangre y por fidelidad a la hora del café, me dijo que la nueva imagen del blog no acababa de convencerla y que había dejado en ella una cierta sensación de tristeza, como si le faltara algo de brillo a este nuevo verde con el que he querido inaugurar la temporada.
Y la verdad es que me vine a casa dándole vueltas a la decoración del saloncito. Supongo que la mayoría de los que a estas alturas de párrafo continuéis leyendo semejante paranoia, pensaréis que es una exageración llevar hasta el extremo de la encuesta, algo tan nimio o tan insulso como el color del papel pintado de este rincón de la “globoesfera” donde alojamos nuestras tertulias. Pero creo que no hay nada más agradable en el mundo que el entorno cálido de la salita donde se toma el café, y aun sabiendo que puedo rozar la frivolidad, me he permitido dejaros una encuesta. En ella podréis votar, hasta el domingo que viene, si dejamos como está la pared donde rebotan nuestras voces, o si sería mejor volver a tomar el rodillo de los colores y la cola que pega por un tiempo el papel pintado donde se escriben los secretos.
Además de la encuesta, por supuesto acepto sugerencias en los comentarios. Vuestra es la decisión, vosotros sois mi democracia.  

jueves, 1 de septiembre de 2011

COLORES

Ya llegó septiembre.
Hoy mi tierra ha amanecido con un color gris que a los de aquí nos pone tristes. Sé de buena tinta que en unos días el sol volverá y que el que más y el que menos se irá a la playa por eso de aprovechar hasta el último rayito o por aquello de no dar el brazo a torcer delante de los elementos, permitiendo que sea el tiempo el que acabe, de un plumazo, con la relajación que nos permite el verano. Pero hoy es el momento de mirar por la ventana, de ir a comprar los materiales escolares y de hacerse a la idea de que esto se acaba.
Y es que incluso para el que ya lleva un mes trabajando, de vuelta de las vacaciones, mientras el sol acompaña es fácil dejarse llevar por la alegría y disfrutar, aun a costa de perder el sueño, de una noche de terracita o una tarde de playa. Pero cuando el cielo se pone gris… ¡ay madre!, esto ya tiene otra pinta.
Fíjate que tiene miga la cosa. Dentro de un par de semanas, el día amanecerá así y ni siquiera le daremos importancia. Nos pondremos la chaquetita, intentaremos adaptar el pie a un zapato cerrado y volveremos a la rutina que a veces, lo digo en serio, incluso se echa de menos. Pero hoy, hoy es el primer día que el verano nos avisa de su marcha y el cuerpo se nos revuelve por dentro.
Este es el mes de los buenos propósitos ¿verdad? Decidimos hacer régimen para bajar lo añadido, poner en orden el cajón donde se acumulan los restos de la desidia y de la publicidad que al final no leímos, e intentamos desempolvar alguna decisión que no tomamos o el desván donde olvidamos aquellos poemas que siempre quisimos escribir. Algunos afrontan de nuevo que el jefe ya ha vuelto, otros que el paro sigue sin conceder una tregua y todos en general asumimos resignados que tenemos por delante tiempos duros porque la economía no levanta.  
Pero no quiero dejar que el gris que se cuela por mi rendija me deje varada en la arena. Hay que pintar los colores que hoy nos faltan porque al fin y al cabo estamos aquí ¿no? Seguimos teniendo la suerte de compartir la vida y eso es lo único que de verdad importa. Peor o mejor, con chalecito en la sierra o un pisito decente, con yate de recreo o el bote hinchable de Bob Esponja, lo único realmente mágico de esta historia es que estamos despiertos, con los ojos abiertos de par en par, esperando a recoger el fruto de lo que la vida tiene que aportarnos. Y con eso me quedo, con lo vivido pero también con lo que viviré.
Desde aquí os emplazo a continuar compartiéndolo entre amigos, en esta tertulia agradable a la que sé de buena tinta que cada vez se une más gente, con muchas ganas de pasar un rato y de saborear un café. Os espero en esta nueva temporada -que dirían en la tele- para hacernos más agradable la vida.
 Atreveos a dejar vuestros comentarios que ellos son el único alimento de este blog, ayudadme a plantarle cara al mal tiempo con una sonrisa, esa que tengo en los labios desde que sé que andáis por mi casa.

Un beso.
 
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