miércoles, 28 de mayo de 2014

Resaca europea

Tengo que reconocer que estas elecciones europeas las estoy viviendo de una manera diferente a las anteriores. 
De todos los actos democráticos con urna incluida a los que he sido convocada desde la mayoría de edad, precisamente las europeas han sido siempre las que menos me han interesado. Durante mucho tiempo he pensado -seguramente de forma equivocada- que en ese enorme entramado que es Europa, poco o nada tenemos que decir los pobres españoles. Y sobre todo, lo que no tengo claro es la importancia que puede tener que en Bruselas o Estrasburgo la representación española sea de un signo concreto, si luego los que mandan en el país y toman las decisiones son de otro radicalmente diferente. En fin, que en esas cuitas he estado enredada normalmente cuando tenía que tomar la decisión de votar representante europeo.
Pero este año, la situación política de España ha convertido algo que pasaba sin pena ni gloria en un hervidero de opiniones y análisis sociológicos tan enorme, que tengo que agradecer desde aquí, públicamente, a Pablo Iglesias y su grupo "Podemos", el punto de emoción que han vuelto a introducir en mis debates de sobremesa y en los comentarios de facebook.
No voy a hablar para nada del análisis serio que he oído con respecto a lo que han significado los comicios, tanto desde el punto de vista del toque de atención al bipartidismo o de la abstención. No estoy capacitada para llevar a cabo ningún tipo de estudio político. Pero os tengo que confesar, que con lo que sí estoy encantada es con la forma en que el miedo a los "comunistas", que vienen a comerse a los niños, se ha introducido en  los medios de comunicación y facebook más casposos y añejos que había visto nunca. Siento que las carcajadas que estoy disfrutando estos días sean a costa de Pablo Iglesias,  pero estoy segura de que no le molestará que me ría porque probablemente hasta él lo haga. 
Una cosa es el insulto serio, buscando el daño político,con calumnias, con injurias. Eso debería denunciarlo este hombre por vía judicial, porque me parece tremendamente injusto las barbaridades de las que se está acusando a una persona que lo único que ha hecho es presentarle a la población una opción política. Pero luego están los otros, los del verso fácil, los de la rima antigua que huele a naftalina y a musiquita del nodo. Y con esos es que me parto.
Hay un "muchacho" que dice ( no pienso citar nombres porque no se merecen como propaganda ni este modesto foro que siguen unas pocas personas) que el discurso de Pablo Iglesias es abyecto y deleznable -¡se puede ser más antiguo!- y que se ha aprovechado de los ignorantes que son los que le han votado. Ya sabéis, votantes de Podemos, que hay que aprender a leer antes de echar la papeleta en la urna. Lo dice este buen hombre que tiene en el mismo periódico un artículo que se llama "Abajo la chusma sindical". Y aquí estoy, que no hago más que imaginarlo vestido de Kiko el del Chavo del Ocho gritándonos a todos: chusma, chusma.... Hay otro que "perpetra" que  votar esa formación es votar a lo que representa lo peor de la condición humana. Que digo yo que viniendo su posición ideológica de donde viene, ya le vale. Estoy convencida de que tiene maestros en los que fijarse en cuestión de maldades infringidas y conciencias lavadas. Y como fin de traca, está el que califica a Pablo Iglesias (profesor de Ciencias Políticas entre otras cosas) de "encantador de corazones femeninos con aspecto de gamberrete de la Facultad". Ese último piropo estoy por enmarcarlo y mándarselo al Sr. Iglesias para que lo cuelgue en el salón de su casa. Se pueden decir cosas de un adversario político, pero esto del gamberrete tiene un tono vintage que no sé si mejor enmarcarlo yo que ahora me ha dado por decorar la casa con tonos pastel y adornos florales.
¡Ay! este Pablo Iglesias al que he oído llamar en estos días: Virgen de Lourdes, clandestino, ególatra... Incluso hay un sociólogo que ha resumido todo lo que aprendió en su carrera universitaria en una palabra que define al nuevo partido: friki...  De repente, el pobre Pablo es amigo de Maduro, chavista de los malos, clasista progre...De verdad... si no fuera por estos ratitos y los de cobrar...

lunes, 12 de mayo de 2014

De vez en cuando

Este fin de semana, en una de mis tardes de amigos y cervecitas, estuvimos hablando sobre el ego.  No era el momento de los academicismos ni de buscar la definición que da el diccionario de la palabreja (Aprecio excesivo que una persona siente por sí misma), ni llevaba la conversación otro tono ni otra intención que comentar con una sonrisa algunas actitudes y alguna forma de ser que al menos a mí, me dejan estupefacta.
“Se escucha cada cosa”, les decía yo a mis amigos entre sorbo y sorbo de moscatel, que es, no me digáis lo contrario, la forma más castiza que tenemos los españoles de perpetrar opiniones y dictar sentencias. “Es que hay gente que no se da cuenta de lo que dice” volvía yo a insistir, recordando alguna que otra situación simpática con la que me he encontrado en la vida.
Lo que ocurre es que después de aquella copita compartida y aquel buen ratito pasado, he estado yo pensando que el ego tiene una particularidad que no controlamos, algo que debe ser parecido a la parábola bíblica de la viga en tu ojo y la paja en el ajeno. Tengo la impresión de que nadie piensa de sí mismo que es egocéntrico o que en algún momento está rayando el límite, a pesar de que, eso sí,  todos nos demos cuenta de que otro lo es. Entonces me ha surgido la duda: seguramente habrá personas que hayan tenido esa percepción de mí misma. Y de pronto he sentido una infinita vergüenza.
Es evidente que todos somos un poquito vanidosos, de hecho creo que hasta es natural porque forma parte de la dosis de “querernos a nosotros mismos” que es necesaria para ser feliz. Probablemente si no tuviera esa gota de vanidad mezclada en la base del perfume de lo que soy, no estaría aquí, escribiendo para que me leáis, y no me volvería a casa con sensación de triunfo cuando alguien me dice “me gusta como escribes” o “que mona vienes hoy”. Pero claro, lo que ocurre es que en esto del ego, yo creo que funcionamos por comparación. Es decir, dependiendo del entorno en el que te muevas  y de la gente con la que compartas la vida, tendrás una percepción u otra del que tienes al lado e incluso de ti mismo. En cada grupo siempre hay alguien que pretende destacar sea de la manera que sea, eso es “fetén”, aunque os aseguro que hay “mundillos” donde el ego se pesa en kilos.
Bueno, en fin, no quiero daros la tabarra con esta vena filosófica que me ha surgido hoy por ser lunes. Espero que entre mis defectos y mis virtudes el reflejo desagradable del ego no os haga daño en los ojos, porque no me lo perdonaría nunca.  Y si alguna vez fuera o ha sido así, tenéis mi permiso para bajarme de las alturas. Soy de las que piensa que el único sitio seguro en la vida es aquel en el que se tienen los pies en la tierra. 
Yo por mi parte voy a mantener la calma, en primer lugar porque no creo que mis circunstancias sean dignas de ego, y además, porque por si acaso,  hace  mucho tiempo que tarareo la lección del maestro:

De vez en cuando la vida
nos gasta una broma
y nos despertamos
sin saber qué pasa,
chupando un palo sentados
sobre una calabaza.
(Joan M. Serrat)






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