sábado, 26 de octubre de 2013

El lazo rosa

La semana pasada, se celebraba como todos los años el Día Mundial contra el Cáncer de Mama. 
Para mí, que afortunadamente no he pasado por ese trance, esa conmemoración se convierte en un acto con sabor agridulce. Por una parte, recibo montones de mensajes cariñosos de amigas. Ellas me recuerdan que hay gente que me aprecia, por detrás de las consignas del día, por encima del lazo rosa del perfil. Y me encanta ese pacto de femineidad que nos traemos entre manos en facebook, con el fin de mantener despistados a nuestros hombres. 
La parte más agria del día es saber que somos muchas, demasiadas, las familias que estamos marcadas por esta tragedia que ha dejado detrás a tantas buenas personas, miles de mujeres que se encontraron de pronto y de frente con esta enfermedad tan injusta.
Este año ha habido un tinte aún más negro tapando con su sombra el brillo del rosa. Las circunstancias nos están haciendo politizarlo todo, y yo, particularmente, me siento tremendamente enfadada con unos personajes siniestros, que tapan y enmascaran a los corruptos, mientras reducen al mínimo el presupuesto en la investigación científica que salva vidas.
Pero en medio de esta vorágine de titulares de periódicos y de adhesiones a manifiestos comprometidos, la vida como tantas veces, ha venido a sorprenderme nuevamente a través de la ternura, y me ha dejado varada delante del ordenador rumiando lágrimas, pero también celebrando la esperanza.
Tengo una amiga cordobesa que se llama Maribel. Cuando yo la conocí, hacía muy poco tiempo que había pasado por esa situación de sentirse al borde del abismo. A mí me sorprendió de ella la naturalidad con la que me contó su historia, y el buen humor con el que se enfrentaba a la vida, a pesar de estar inscrita en la lista de la incertidumbre. Recuerdo que me impactó su sonrisa. Me ganó, mientras me contaba con su acento cordobés que lo mejor de lo que le había pasado era la comodidad de tener el pelo corto, un estilo de peinado que desde entonces nunca ha cambiado.
Este día especial, en el que las afortunadas no podemos hacer otra cosa que mostrar nuestra solidaridad, su hija Laura, que tiene dieciséis años, ha encontrado una manera diferente de celebrar un día que para ella y su familia es uno de los más importantes del calendario. Su madre asegura que es lo más bonito que nadie le ha dicho nunca, y no me extraña, Maribel, no me extraña.
Os voy a dejar sus palabras y no voy a escribir nada más. No me siento capaz de añadir ni una coma a esta lección que hace unos días me dio una mujercita, a la que recuerdo como una niña. Solamente, quiero darles desde aquí las gracias a las dos por permitirme sacar a la luz su historia y su intimidad. Saben que lo hago porque su experiencia es un canto precioso a la esperanza. Vamos a poder con esto, ya lo veréis, algún día una de estas niñas como Laura, nos ofrecerá con su inteligencia la mejor de las noticias. Mientras tanto, os prometo que yo seguiré pensando en rosa.




Bienvenida a casa mamá". Una frase sencilla y clara, ¿no? "Bienvenida a casa mamá". La segunda vez que la lees suena diferente si te paras a pensar un segundo. Es extraño darle la bienvenida a tu madre en su propia casa, pero todos los que estábamos, estamos y estaremos te la dimos.-nunca olvidaré ese día- 
¡VOLVISTE A CASA!
¿A quién se le da las gracias cuando ocurre un milagro? Yo no tengo ni idea. Quizás a los que creyeron desde el primer momento gracias a sus conocimientos, cada médico, cada enfermera...Los que pusieron ese 0,01% que a ti, mamá, te faltaba para llegar hasta donde conseguiste llegar.
Tú, en cambio, pusiste tus pestañas, tu melena, tu color de piel, tu tremenda fuerza y esa garra de luchadora que te define para salir ganando.
Después de tanto tiempo ya parece una anécdota más en el día a día, pero lo que costó en su tiempo superar el cáncer fue inimaginable. 
Hoy es un día más para agradecerle a todos aquellos que te ayudaron tanto y nos ayudaron.
Hoy es el Día contra cáncer de Mama, irónico marcar en un solo día del año lo que tanto tiempo cuesta superar. Mucha gente pone su lazo rosa. Yo te pongo a ti, mamá. Un ejemplo de los grandes para el resto de mi vida. 
Pd: Superarse a uno mismo es la clave, nada es imposible y yo tengo la prueba.
Laura.     
  

lunes, 21 de octubre de 2013

Esperanza

Hace unos años, conocí a  una niña que miraba el mundo con curiosidad a través de unos ojos enormes. Venía a visitar a su tía, vecina mía puerta con puerta, y a menudo me daba un toque y entraba a ver a mis hijos cuando eran apenas unos bebés. Los manejaba, jugaba con ellos y me contaba sus cosas del cole, la pesadez de sufrir a su hermano...la vida vista desde el prisma de la niñez.
Este verano, Esperanza, que ahora es estudiante de Medicina, nos ha dado a todos una lección magistral. Ha cogido unas poquitas pertenencias propias y un cargamento de solidaridad, para irse con la ONG Hola Ghana a poner parches de cariño en las heridas del corazón.

Con un grupo de amigas, compañeras de profesión, se han ido "de fiesta" a otro continente y otra cultura. No ha sido, a pesar de la edad, la ruta del bacalao la que han elegido para vivir su verano, sino el camino de los orfanatos que por desgracia cruzan el país de Ghana, porque el número de niños abandonados es incontable.

Creo que desde que ha vuelto, Esperanza no puede hablar de otra cosa que no sea de lo que ha vivido allí. África se le ha metido en el cuerpo y en el alma y ya está llena de proyectos y de compromiso, que junto a esas amigas con las que ha vivido esta aventura, están amasando e intentando poner en marcha.
Para mí, personalmente ha sido muy emocionante que me haya contado que en el camino de vuelta, viajó leyendo una historia de mentira que yo creé, mientras atesoraba en el fondo de su corazón tantas y tantas sensaciones, tanto agradecimiento sincero de una gente humilde, honrada y a su manera feliz, que le han hecho sentirse pequeña a su lado.
Ayer me hizo el mejor de los regalos. Me contó que en ese viaje de vuelta, mientras leía la novela, iba identificando a los personajes con gente de verdad que ha conocido. No me gusta incidir en los arquetipos de África, ella ha estado en Ghana y mi historia se desarrolla en Senegal que son dos países y dos culturas diferentes. Pero es verdad que ambas regiones tienen en común la misma trayectoria de desesperanza y de injusticia,  y eso de alguna manera las hermana. 
Me ha emocionado saber que "existe" sor Josefa entre las Hermanas de la Caridad de Kumasi, que han viajado a una aldea de casas de adobe, ( las denominan the village),o que han comprobado, como lo vivió mi Paloma, que en la otra cara de la misma realidad, existen hoteles donde te ofrecen un trozo de mar. Pero... si hasta se les pinchó, en una carretera mal asfaltada, la furgoneta en la que viajaban.
¡Si viérais las fotos! Qué maravilla, de verdad. Cómo te remueve el cuerpo por dentro el primer plano de una cara preciosa, la oscuridad de unos ojos con los que se ha cebado, de forma tan tremendamente injusta, el abandono y la tragedia.
Yo, desde aquí, sólo puedo dar la enhorabuena a esas chicas maravillosas que me hacen seguir creyendo en la humanidad. También, por supuesto, a sus familias, que han sabido trasmitirles esa forma tan directa, tan preciosa, de entender la solidaridad. Soy madre y comprendo la mezcla de orgullo y de miedo que habrán sentido durante toda la aventura.
Prácticas en el quirófano del hospital de Koforidua
Voy a seguiros de cerca, Esperanza, eso te lo digo ya. Me encantará vivir con tus ojos las emociones de contribuir a que el mundo sea un poquito mejor de lo que es. Es realmente reconfortante irte a la cama pensando que hay otra ruta distinta a la del botellón y la droga de diseño, un camino por hacer que está en manos de gente joven como tú, gente que simbolizáis como tu nombre, la fe en el futuro.
Gracias por las emociones.







miércoles, 16 de octubre de 2013

Conspiración

Mira que hay cosas en la vida que pueden enfadarte. ¡Ufff!
Si observamos nuestro alrededor y echamos la vista atrás si acaso un año, mejor no tirar de hemeroteca, porque entonces, el nivel de cabreo (permítanme la ordinariez de la expresión) sube hasta la escala de rojo, pero vamos, tirando a burdeos: corruptelas políticas, justicia poco efectiva, estafa bancaria, la separación de Paquirrín...en fin, esas cosas por las que merece la pena alterarse.
Pero no, no es eso de lo que yo quería hablar hoy. Creo, sinceramente, que en el grado del enfado sublime, en esa cúspide de la alteración mental que te lleva a decir por la boca barbaridades que nunca habías imaginado proferir, hay una circunstancia que lidera el ranking de la frustración: los cortes de internet.
Fíjate que bien mirado, no son ni siquiera "cortes". Que dice el técnico de mi compañía, la que me suministra ocio en forma de cable, que son microcortes. Vamos, que se cree el "muchacho-muchacha-con acento cadencioso-que nunca es el mismo ", que añadiendo delante la palabra micro va a suavizar las ganas que tienes de arrancar el cable de Ono y hacerte con él una corbata o un bonito cinturón para lo que, sin ninguna duda, será más útil que para conectarte con la red.
En mi casa el problema surge cuando trabajas con wifi. En eso yo soy una privilegiada. Mi ordenador, que conecta directo por cable a la red va como una moto. Pero, claro, eso no deja muy contenta al resto de mi familia que me ven pasar con el casco puesto, mientras ellos van andando y haciéndome autoestop con el pulgar hacia arriba. 
Entonces me pongo tierna. Miro a mi marido y mis niños sudando la gota gorda para mandar un correo y acudo a la llamada de auxilio, lo que en traducción castiza resulta: vuelvo a llamar a Ono.
Sé que no vale para nada y con ese espíritu espero el tiempo interminable de la musiquita. No soy tonta, me digo a mí misma. Creen que me están lanzado publicidad subliminal, pero no saben que me estoy dando cuenta. 
- Buenos días, le habla Rodrígo Gómez, encantado de poder servirle.
Entonces, explico nuevamente el viejo problema y vuelvo a soltar el mismo rollo que suena igual que el de su maquinita infame, porque me lo sé de memoria. Escucho un ruido de teclas sospechoso de ser una grabación sonora, para finalizar el episodio con la encuesta de una voz en of que me obliga a valorar, como si yo me hubiera ido alguna vez de copas con Rodrígo Gómez, las capacidades y la amabilidad del operador. Que digo yo, hombre a mí si me soluciona el problema, como si Rodrigo no quiere ser amable. A ver si a alguien se le ocurre de una vez darles un curso de informática y no de protocolo, que llevo diez años con Ono y todavía no se han enterado de que llamo para que me solucionen el tema de internet y no para que me den cariño.
Yo comprendo a mi familia, esa es la verdad. Por circunstancias que no vienen al caso, a veces trabajo en uno de los ordenadores esos del wiffi y oye,  no veas el mal humor que da.  "Esta página web no está disponible", dice la pantalla y se queda tan ancha. Me ca... en...to lo que se menea. "Se ha producido un error al guardar o publicar tu entrada", es lo que me dice esto ahora mismo. La madre que...
Al final, siempre acabo pensando: ¿será esto una estrategia del gobierno para tenernos entretenidos? ¿Habrá una trama conspiratoria que nos ablanda el cerebro después de cincuenta llamaditas a una centralita instalada en algún sótano oculto de La Moncloa? ¿Será extraterrestre Rodrigo?
Madre mía.....me voy a tener que hacer mirar esto...¿eh? Me queda una duda: ¿llamo al médico o a Iker Jiménez?

viernes, 4 de octubre de 2013

Adios, Astérix

Algunas veces parece como si el tiempo no pasara. Estás inmersa en esa maraña de obligaciones y devociones que componen el día a día, y tienes la sensación de estar viviendo un bucle. 
Pero es curioso como de repente, en un momento, la visión de una foto al abrir una carpeta de imágenes, la reposición de Verano Azul o el olor a colonia de un bebé en el ascensor, cualquier cosa puede encender la mecha que te lleva a la explosión de los recuerdos.
Entonces te das cuenta perfectamente de que el tiempo se empeña en pasar a través de los hilos de araña con los que la monotonía teje tus redes. Y descrubres que ya sabías a ciencia cierta que hay etapas quemadas y tiempo que no vuelve.
Ayer concretamente pasé por una de esas sensaciones. Mi hijo se hace mayor. Ya lo intuía en el cambio que está sufriendo su voz, en esa necesidad de intimidad con la que protege la clave de su teléfono móvil, o en el número de zapato, que yo me empeño en dejar en treinta y nueve, pero tengo que cambiar por uno del cuarenta. Pero es que ayer, el cierre de la etapa fue físico, tangible, y no sé muy bien qué hacer con las emociones.
A mi marido, que es un artista dibujando, desde que los niños eran pequeños siempre le encantó pintarles la habitación. Según sus gustos, las paredes de sus cuartos fueron el lienzo ideal para dejar inmortalizados a los héroes que adoraban, o a los personajes de dibujos animados preferidos del mundo de la televisión. La mayor, que es más de no tirar nada, nunca ha permitido que se borre de su pared el dibujo de las supernenas, o los dulces perritos dálmatas que su padre pintó cuando ella era apenas un bebé. Así que nos hemos tomado el trabajo durante estos años, de pintar alrededor haciendo un artístico recorte para no tocar las imágenes. Pero para el pequeño, más tímido y más preocupado por lo que sus amigos-visitantes-compañeros de Xbox pudieran pensar al venir a casa, papá ha ido borrando y cambiando los personajes para adecuarlos de alguna manera a su edad. Del gallo claudio y el perro de la Warner que medía sus centímetros, pasamos a Astérix en un primer momento de evolución de la madurez. Pero hace unos días, y temiendo que por "corte" no fuera capaz de pedirlo, el padre le pidió su opinión para borrar para siempre de la pared los recuerdos de una infancia a la que él ya no quiere pertenecer.
Como habíamos imaginado, el chiquillo enseguida aceptó y creo que agradeció la propuesta. Ayer mismo, y después de hacer la foto de recuerdo, mi marido cogió el rodillo y dejó atrás con muchas capas de pintura la más tierna infancia de mi niño.
Qué diferente la percepción de mi hijo a la mía. Cuánto de orgullo hay en ese número cuarenta que ya calza y qué nostalgia más tonta se me ha quedado pegada a esa pared vacía. Pero bueno, sabéis que no soy de las que piensan que lo ideal de la vida es lo que quedó detrás. Nunca se sabe si el futuro será mejor o peor, eso es impredecible. Ahora, de lo que no cabe duda es de que será diferente. 
Bueno, os dejo con las imágenes. Creo que mi marido se merece que os las enseñe. En primer lugar porque es un artista, de eso no me cabe duda. Pero sobre todo, y ahora que no me escucha, porque sé que ayer, aunque no quiso que el chaval se diera cuenta,  a él también le costó digerir que los hijos crecen, que las cosas cambian; en definitiva, que la vida pasa.




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