La noticia más en boga en estos días es, sin lugar a dudas, la resolución que ha tomado el Parlamento Catalán con respecto a las corridas de toros.
Evidentemente hay opiniones para todos los gustos, como debe ser, porque el tema esta vez es complicado. Supongo que en cualquier otro país, la cuestión hubiera sido más simple y se hubiera solucionado respondiendo a una pregunta: señores ¿queremos o no queremos toros? Pero en esto como en todo España es diferente y eso sí que no es un tópico.
Yo no he visto un lugar donde haya más opiniones distintas (una por ciudadano) para un mismo tema, ni conozco otro sitio donde al personal le guste más discutir, dar su opinión y sentar jurisprudencia cuando habla. Lo que ocurre, tengo también que reconocerlo, es que a mí me encanta esta diferencia de nuestra idiosincrasia y que es la sal de la vida salir a la calle una tarde y escuchar a tu vecino, experto según él mismo en temática variada, hacer una interpretación libre de todo el pastiche de opiniones que ha ido acaparando durante el día, a través de la repetición incansable y machacona de criterios diferentes que nos ofrecen los medios de comunicación a los que estamos subscritos.
Esta vez, como decía, el tema es un poquillo peliagudo porque el debate nuevamente se está politizando y ya andan los partidos políticos jugando el juego de las elecciones e intentando captar para hacer caja en las urnas, el pensamiento de los parroquianos, ofreciéndonos una bandera tras la que posicionarnos, en el caso del PP recurriendo nuevamente al sentimiento patrio y en el PSOE dejando un poco la puerta abierta a las dos opciones, supongo que pretendiendo por una parte no herir a un electorado que debe ser un número importante en contra de la fiesta, pero sabiendo porque son ellos los que manejan los datos, que en la vida nada es gratis y que el precio económico en indemnizaciones al sector, no debe ser en estos momentos un caramelo dulce al que enfrentarse a los postres.
Porque así me lo pide el pundonor de bloguera y porque hace tiempo que decidí que mi mundo también es digno de ponerse por montera, tengo que decir que salvando algunas expresiones castizas que me ayudan en esta pasión de barajar las palabras, a mí no me gusta esa fiesta. Nunca jamás he ido a una corrida de toros. No las entiendo. Y mira que si hay algo que me gusta es conocer las aficiones y las pasiones de los demás porque tengo claro cuánto se aprende. Pero confieso que me da horror sentarme de espectadora a contemplar la muerte de alguien. Sé que hay miles de razonamientos en contra de lo que estoy diciendo y podría respetarlos si el final del espectáculo no fuera el que es. No puedo evitar sentir repulsa cuando veo la cara de satisfacción del torero levantando, con un reguero de sangre, algunos de sus trofeos macabros. Sé que existen perreras donde se maltratan perros, zoológicos donde mueren de tristeza leones y ferias de pueblos donde se vuelven locos los pony. Pero es que yo también los prohibiría o al menos los regularía de una manera seria.
Que los toros son cultura, sí, no lo dudo. Igual que en su momento fue cultura el circo romano y como tal lo documentamos, cuidamos como un patrimonio las instalaciones donde se celebraba y escribimos en libros de historia sobre el sufrimiento de aquellos esclavos a los que se sacrificaba para risas del populacho.
Puede ser difícil opinar si tienes que hacerlo a la sombra de una bandera pero no se hace extraño ni complicado si se hace destapando solamente el sentimiento. Por supuesto, vaya por delante mis respetos hacia los que no piensan como yo…sólo faltaría eso.