Cuantas veces me he preguntado qué es lo que ocurre en Navidad, qué tiene la fecha de mágica que nos hace a todos imbuirnos de este espíritu noble y de esta sensación de vivir todo el día rodeados de música celestial y campanillas.
Nuestras canciones tradicionales, rebosantes de herencia milenaria, nos hablan de un niño que nace y de una estrella que brilla. Para nuestros vecinos del mundo, cambia la tradición pero no las sensaciones. En el país del cine parece ser que Santa Claus visita la ciudad, el muérdago ahuyenta los demonios ingleses, las banderas hondean en los árboles navideños de Finlandia y los pesebres se construyen de barro en Burkina Faso o Mali. Una de las tradiciones que me resulta curiosa es la de Rusia, donde la figura navideña que trae regalos a los niños es Babushka, un sabio que no pudo ir a ver a Jesús debido a la nieve y el frío.
No sé muy bien qué tiene que ver un país africano como Uganda, donde el miedo impide a la gente acudir a la misa del gallo, con ese señor vestido de rojo que ha conseguido, a fuerza de dólares, subirse descarado por nuestras ventanas. Y os aseguro que no entenderé nunca por qué todavía me tiembla el espíritu con aquel anuncio del “vuelve a casa”.
Yo sigo esgrimiendo una teoría. Pienso que la ventaja que tiene la Navidad con respecto a otras celebraciones y fiestas es que coincide muy cercana en el tiempo con el cambio de año. Hay tanta gente que pone sus esperanzas en ese cambio, que por unos días queremos creer que la vuelta de la hoja en el calendario o la sustitución del último signo de la cifra, nos traerá un futuro lleno de todo aquello que los últimos bailes de números no nos trajeron.
La verdad es que el misterio nos perseguirá seguramente durante toda la vida. Y como soy de las que piensa que lo bueno hay que aprovecharlo sin preguntarse mucho por qué ha llegado, creo que lo mejor que puedo hacer ahora es desearos a todos FELIZ NAVIDAD. Que estos días sean, al menos, un paréntesis en las guerras diarias de cada cual, que dejemos al corazón bailar al son de la musiquilla y que nos preparemos mentalmente para todo lo bueno que está por venir. En lo malo, como decía la señorita Escarlata, ya pensaré mañana.
¡Ai! Si no fuera por estos ratitos y los de cobrar…
Nuestras canciones tradicionales, rebosantes de herencia milenaria, nos hablan de un niño que nace y de una estrella que brilla. Para nuestros vecinos del mundo, cambia la tradición pero no las sensaciones. En el país del cine parece ser que Santa Claus visita la ciudad, el muérdago ahuyenta los demonios ingleses, las banderas hondean en los árboles navideños de Finlandia y los pesebres se construyen de barro en Burkina Faso o Mali. Una de las tradiciones que me resulta curiosa es la de Rusia, donde la figura navideña que trae regalos a los niños es Babushka, un sabio que no pudo ir a ver a Jesús debido a la nieve y el frío.
No sé muy bien qué tiene que ver un país africano como Uganda, donde el miedo impide a la gente acudir a la misa del gallo, con ese señor vestido de rojo que ha conseguido, a fuerza de dólares, subirse descarado por nuestras ventanas. Y os aseguro que no entenderé nunca por qué todavía me tiembla el espíritu con aquel anuncio del “vuelve a casa”.
Yo sigo esgrimiendo una teoría. Pienso que la ventaja que tiene la Navidad con respecto a otras celebraciones y fiestas es que coincide muy cercana en el tiempo con el cambio de año. Hay tanta gente que pone sus esperanzas en ese cambio, que por unos días queremos creer que la vuelta de la hoja en el calendario o la sustitución del último signo de la cifra, nos traerá un futuro lleno de todo aquello que los últimos bailes de números no nos trajeron.
La verdad es que el misterio nos perseguirá seguramente durante toda la vida. Y como soy de las que piensa que lo bueno hay que aprovecharlo sin preguntarse mucho por qué ha llegado, creo que lo mejor que puedo hacer ahora es desearos a todos FELIZ NAVIDAD. Que estos días sean, al menos, un paréntesis en las guerras diarias de cada cual, que dejemos al corazón bailar al son de la musiquilla y que nos preparemos mentalmente para todo lo bueno que está por venir. En lo malo, como decía la señorita Escarlata, ya pensaré mañana.
¡Ai! Si no fuera por estos ratitos y los de cobrar…
5 comentarios:
Feliz Navidad a todos los que leen este blog, a los que escriben y a los que nos lo pasamos bien viendo lo que escriben los demás.
Querido amigo/a anónimo. Gracias por la felicitación. Te animo a participar en la tertulia y a compartir tus anécdotas o tus pensamientos con este grupo de amigos que nos hemos juntado aquí a poner al mal tiempo buenas caras.
Feliz Navidad a todos,a los anónimos y a los no anónimos,para que lo mejor de este año sea lo peor del siguiente.
Prima estaba leyendo las cositas de tu blog y al leer esto de la Navidad me vienen recuerdos de las noches k pasábamos en tu casa relamiéndonos de los manjares k traían el Lucas y mi padre, dígase polvorones de chocolate y coco con solera, pues los guardaban de año en año para llevarlos a tu casa y las botellas de cordón negro de ese cava tan expectacular llamado DUBOIS k se las regalaban en la carnicería comprando un cuarto de chopped además venía adornada por tus titos con un cordón de bota negro, k buenos recuerdos jajajajajaja.
Es verdad, a mí se me había olvidado aquello.Ja, ja. Me alegro de que me lo recuerdes porque tiene su gracia. Se trataba de que el que venía invitado traía de regalo lo peor que encontraba en las tiendas para risas de los demás cuando se sacaban a la mesa esos vinos de marcas indecifrables y esos polvorones rancios...Qué gracia. Me acuerdo de una vez que lo celebramos en el campo y allí mismo se mató al pavo. El padre de Javi, en la panadería, hizo el pan más grande que he visto en mi vida relleno de chorizo. ¿Te acuerdas?
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