Cuando me siento a hablar de política, siempre lo hago con miedo. Y no es miedo a decir lo que pienso ni a dejar entrever de fondo el tono de las enaguas de mi compromiso político. Hace tiempo que eso dejó de preocuparme porque en esas cuestiones, hasta este momento no me debo más que a mi conciencia. Pero sí tengo la sensación de que es fácil caer en la demagogia y no me gustaría dar la impresión de esas pobres víctimas televisivas, a las que oímos decir hasta la saciedad que lo que hay es que quitar el hambre del mundo, acercándose mucho al micrófono y poniendo su mejor perfil para envidia del compañero de equipo o de la vecina del quinto.
Hasta ahora, bien lo sabéis, siempre me he movido por el borde de la piscina, siempre he sopesado si merece la pena entrar a trapo de una información, viciada por el manoseo de aquellos que se dedican a masticarle al pueblo la cecina que nuestros políticos nos sirven de desayuno. Muchas veces he sospechado que detrás de las barbaridades que nos dicen que han decretado unos o que han propuesto otros, tiene que haber una razón mucho más profunda, algo que no nos cuentan porque nos protegen de la verdad como a los niños, y que encierra el motivo fundamental de que las cosas sean como son.
Pero hay días en que necesito quitarme la coraza de la prudencia y sentarme a dar mi opinión, aun a riesgo de la sonrisa del entendido o el frotamiento de manos del derrotista. Supongo que es mi forma educada de soltar un taco o pegar un porrazo en la mesa mientras intento contestarme a unas preguntas:
¿De verdad creéis que es justo que un gobierno socialista pretenda arreglar la economía, quitandole la mini-paga a los que se han quedado sin ahorros a los que recurrir ni puertas donde llamar? ¿De verdad creéis que es lógico que a la vez haya un colectivo en los aeropuertos que gana 60 millones de las antiguas pesetas de media? De media, señores, porque hay algunos que ganan 100 milloncejos en doce meses. No puedo creerme, y lo siento con toda mi alma, que esa sea la solución que se le ha ocurrido a tanta mente pensante y a la vez también “cobrante”. ¿De verdad nuestros políticos siguen pensando en ese absurdo cliché de que la gente lo que quiere es la paguita y no trabajar? A ver si va a resultar que los absurdos y los demagogos son ellos. A ver si todo va a ser que llevan tanto tiempo pisando en alfombras mullidas que se han olvidado de cómo pincha la grava cuando el zapato está roto.
Dentro de unos días, ya lo recordaremos en nuestra tertulia, nunca más se hablará del incidente de este fin de semana. Nadie pagará los billetes cancelados, nadie se hará cargo de los sueños rotos, de las expectativas turísticas destrozadas ni del cansancio acumulado. De lo que sí hablaremos, eso está claro, es de la desesperación cada vez más acusada del que no tenía nada pero aun puede ser más perdedor si cabe.
Parece ser que el dios mercado no perdona, señor Zapatero. Y usted, como todos, se está empleando a fondo para construir su templo. Sé que la política y la economía no pueden ser tratadas con la trivialidad de un café. Pero tenga cuidado con los sacrificios que este dios está pidiendo de Ud. Puede ser que un día esa nueva religión que ahora profesa le deje huérfano de votos y a nosotros, los eternos hijos pródigos, vacíos de política barata.
5 comentarios:
Se puede decir más alto, pero no más claro. 100% de acuerdo contigo Mamen. A seguir remando contra marea tocan...
Saludos
"Llevan tanto tiempo pisando en alfombras mullidas que se han olvidado de cómo pincha la grava cuando el zapato está roto."
Una frase genial, Mamen, ella resume claramente lo que les pasa a nuestros políticos.
Al igual que los faraones y Franco, sólo piensan en construirse su plácido y vitalicio retiro.
Saludos.
El dinero no circula, se encuentra estancado o bien se invierte en otros países, falta dinero ¡no importa! una vuelta de tuerca al ciudadano, pero no toques los mercados más pudientes, después de los desaciertos del actual gobierno me pregunto si será cierta al 100% la investigación de las cuentas Suizas o sólo una tapadera.
Primero decir que un artículo así no tiene nada que envidiar a los que aparecen en cualquier gran periódico,seguramente éste es mejor,y segundo,que me da la sensacion que todos los gobiernos son iguales,rompen la lanza por el mas débil que no tiene poder para enfrentarse a ellos.
Aunque, vuelvo a la misma reflexión, resulte demagógico, yo lo que pienso es que hay tantas cosas que vemos a diario y que nos resultan chocantes: gente ganando un sueldo pero sin aparecer por su puesto de trabajo porque está liberado por el sindicato, subvenciones para empresas que luego nunca se montan, gerentes que hacen una regulación de personal pero que piden permiso a la misma administración que le firma el ERE para ampliar el local...si eso está a la vista de todos (no hablemos de mi Ayuntamiento donde se han robado 7 millones de euros y como dice la canción "nadie sabe como ha sido")...qué no habrá por detrás, entre bambalinas. Pero lo que estorba es la mini-paga.
Hay un programa en Canal Sur que se llama ¿quien vive ahí? y enseñan casas de millonarios. Un día estaba el colega enseñando la mansión con piscina climatizada y valorada en no sé cuantos millones de euros y llega el niño del cole. ¡Alucina! traía el ordenador que aquí proporciona a los niños la Junta de Andalucía. Como siempre, la izquierda en España con ese complejo de inferioridad que no le permite plantar cara a los que debe. Esto no hay quien lo arregle. Y ahora llegarán los otros que lo que tienen en mente es privatizar la Universidad y la Sanidad. Como dice mi amiga Ana "pa mear y no echar gota"
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