Qué poco me gusta viajar en avión.
Sé que esto que acabo de decir no queda nada moderno, e
incluso siento ya, detrás del cogote, la sonrisa ladeada de algún glamuroso conocido
. Pero que quieres que te diga, por muy cosmopolita que una quiera ser, a mí
ese momentito fatídico en que los motores se revolucionan y el estómago
aprovecha el ascensor para saludar a la garganta, ese ratito las paso canutas. Además,
vamos a ser sinceros, rápido será el viaje, pero rollazo…eso lo es un rato.
A mí me gusta mucho
el AVE. Eso sí que está bien: llegas a la estación con el tiempo justito,
enseñas tu billete y ¡ala! a sentarte en un silloncito cómodo, ver una película
gratis o relajarte con musiquita, mientras ves pasar de cerca vaquitas pintadas
con manchas, tractores recogiendo heno…una delicia, no me digáis que no.
Pero el avión…eso no está “pagao”. Vamos, que deberían ser
ellos los que sufragaran con creces el
martirio que nos hacen vivir.
En primer lugar al aeropuerto tú no puedes llegar a tu hora.
No, ni hablar. Si tienes billete para las once, que dices tú: anda, para no
levantar temprano a los niños…je, je, de eso ni “mijita”, tienes que estar allí
como muy tarde a las nueve por si algo falla, que fallará o si hubiera que
facturar equipaje. Eso ya es un sofocón porque claro, desde que la facturación
es pagando, ahora todo el mundo quiere llevar una maleta pequeña llamada “equipaje
de mano”, ¿de mano? Cualquiera la lleva en la mano. Si, esa que llenamos a
reventar porque con eso del “total para cuatro días”, creemos que todo nos cabe
en el hueco de un neceser y al final acabamos acarreando el gel en tarros
pequeños, el secador de cabello y hasta una mini plancha si es que vamos a una
boda o a un evento de postín.
Así que mientras la azafata, esa del rabillo pintado, nos
hace poner la maleta en un hueco que nos parece enano, tú vas cruzando los dedos y haces cuenta de qué
te saldría mejor, si pagar el coste del porte o dejar allí en la papelera,
algunos de los cachivaches que embutiste a presión.
Bueno, y eso ya es delante de la puerta de embarque, que no
se me olvida que antes he tenido que pasar un control que todavía me tiene
atareada con la hebilla del cinturón. Anda que si me echo a la cara al “gili” que
le dio por pasar un objeto metálico en el tacón del zapato de esparto, le doy
en las espinillas, ya sea terrorista o fakir del circo del sol, que llevo un
cuarto de hora volviendo a anudar la cinta que se amarra a la pantorrilla.
Si encima vuelas como yo en un vuelecito de saldo, eso ya es
la locura. Todo el mundo en su autobús, entrando por la puerta grande y Ryanair
al final del pasillo, bajando al trote por una escalera y recorriendo medio
aeropuerto tirando de la mano del niño.
Y ahora viene lo peor. Si ya yo llevaba el pellizco porque
ese miedo lo reconozco innato, ahora me enseñan de cerca ese tubo con alas que
tengo que creerme que vuela y me sientan en un sillón, con un cartel delante de
la nariz que me va recordando, por si se me olvidara u olvidase, que el trasto
puede pegar el “pellejazo” desde siete mil pies de altura y que para eso tienen
ellos unas mascarillas que bajan del techo, atinando a darle a no sé qué botón,
por si acaso tengo ganas de pegarme un chute de oxígeno puro, mientras caigo en
picado a la altura de Albacete.
Lo mejor de todo es cuando de pronto, la azafata-chica para
todo se acerca al micrófono y te ofrece jugar al rasca y gana, que ahí es donde
yo me quedo ausente, incrédula ante el momentazo. Aquella pobre chiquilla,
vestida de un verde y amarillo que no le sienta nada bien, se convierte en crupier
de un bingo flotando sobre las nubes. Puedo juraros a todos que allí no le
compró nadie, a pesar de que ella nos contó, y eso en varios idiomas, que la
causa era inconmensurable, que hacíamos una buena obra para los niños de Irlanda. ¿De
Irlanda, chiquilla? ¿Tiene que ser de Irlanda con lo que tengo yo en mi tierra?
Bueno que lo dicho, que entiendo al pobre del Papa cuando
besa el suelo al llegar y que yo, desde luego, por eso del corte, pero vamos que
si no al suelo al piloto, un piquito le hubiera dado más de una vez.
7 comentarios:
Ja, ja, ja...Me ha encantado.
Mar
Gracias Mar por tus palabras. Pero bueno, cuéntame ¿a tí te gusta el avión? porque hay gente a la que le encanta.
Tengo una amiga que viaja muchísimo y se lo pasó estupendamente durante las 20 horas que tardó en llegar a Australia. Vamos, a mí tienen que bajarme a la mitad aunque sea en paracaídas...ja, ja
Hola y buenas noches..
Cada nuevo amigo que ganamos en la carrera de la vida nos perfecciona y enriquece más aún por lo que de nosotros mismos nos descubre, que por lo que de él mismo nos da.
Miguel De Unamuno..
Miles de gracias por estar.. besos
Una vez fui en helicóptero y me dijeron que fuera recogiendo el liquido hidraulico que chorreaba por una pérdida, no te digo mas...que viaje mas placentero, hasta que no toque tierra firme no dejé de notar un leve pero intenso olor a caquita en todo el helicóptero juas juas juas.
Gracias Balovega por la cita. Un beso también para tí.
En cuanto a primu...chiquillo ¿a tí te ha pasado de todo? Ja, ja...es Mcgiver el tío...ja, ja. No sabe la Armada lo que ha ganado con este primu.
¡Qué bueno Mamen! cómo me he reído leyendo sobre tu experiencia con los aviones. Me encanta el sentido de humor con el que lo cuentas, genial.
A mí me gusta montarme en avión, y mira que reconozco que llevas razón en todo lo que has descrito, pero como es un medio de transporte que uso muy de vez en cuando pues lo veo siempre como una novedad y para lo miedica que soy reconozco que lo llevo bastante bien, y la hora de antelación que tengo antes de embarcar la paso mirando las tiendas y si cae algo es algún perfume que suelen estar mejor de precio.
Una vez, nos avisaron que el avión saldría con dos horas de retraso y que al coincidir con la hora de almorzar, enseñando la tarjeta de embarque nos daban gratis un refresco y un snack. A mí lo de snack me sonó a chocolatina y me dije que no podía ser, que no nos iban a dar de almorzar referesco con chocolatina, así que después de una gran cola de pasajeros hambrientos como yo, me pedí mi refresco y un bocadillo de jamón, ahí es nada, y cuando enseñé la tarjeta de embarque como pago me dijeron que nanai de la china, que un snack es un apertivo, veáse un paquete de patatas, un kit kat, unos cacahuetes, etc. Me sonrojé un poco, lo reconozco, así que pagué mi bocadillo y me pedí además un paquete de patatas para así completar la invitación que la compañía aérea nos hacía.
Por suerte nunca se ha perdido mi equipaje, pero a una amiga mía que vive en Berlín y viene a Cádiz todos los veranos, cada vez que viaja con Iberia le pierden el equipaje y suelen tardar hasta 2-3 días en encontrarlo. Ella se lo toma ya con filosofía y dice que hasta le conviene porque así se lo llevan directamente al hotel y no tiene que cargar con el equipaje.
Besos. Encarni
Hola Encarni.
Que te guste el avión es una ventaja. Mi amiga Mili se fue a Australia y dice que se lo pasó pipa en el momento de las turbulencias, cuando el avión daba unos bandazos que tuvieron que ponerse el cinturón de seguridad.
Yo, tal como me lo contaba, ya tenía un nudo en el estómago que no podía no ya ni hablar, es que ni escuchar.
Y en cuanto a las patatitas fritas, sería Iberia porque si llega a ser una compañía barata, no te hubiera dado ni para el refresco.Je, je
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