Para mí ha resultado que esta
fiesta, como el amor o la amistad, también ha sufrido los cambios propios de la
edad por los que he pasado yo misma.
El principio de todo lo tengo
fresco en la memoria, recorriendo el recinto antiguo con mis padres, con el
asombro del ruido y las luces de colores. Olor a churros y sonido de tómbola,
sabor a algodón de azúcar y a chocolate caliente.
Pero fue un tiempo después,
cuando la edad lo permitía, cuando disfruté de verdad de la feria. Fueron
noches de casetas, de bailes por sevillana y rebujito, todo confundido como es
lógico por aquella alegría que te acompaña cuando el máximo problema acontecido
es la asignatura que tuviste que dejar para septiembre y a la que tendrás que
enfrentarte la próxima semana, cuando se guarden los farolillos y el traje de
volantes que ahora luces con la desfachatez de los veinte años apenas cumplidos.
Qué diferente de la etapa madre.
¡Ay! Qué orgullo de niños guapos, vestidos de gitano y de gitana, como decimos
por aquí; pero qué sufrimiento de cacharritos gritones, de niños protestando porque
no se han montado lo suficiente y de casetas familiares atestadas, donde es
imposible hablar por encima de la bocina de la tómbola, de la montaña rusa del
dichoso shin chan, la chinita vendiendo flores de luces o el berrinche del niño
porque no consentiste en comprarle las susodichas flores.
Ahora vivo una etapa diferente,
como la misma vida. Mi hija empieza a vivir la feria con sus amigas y el
pequeño, que ya son once, es un niño tranquilo al que no le entusiasman esos
aparatos de tortura atroces, donde la gracia está en bajarse sin haber vomitado
el pinchito que antes cenaste. Este año seguramente toca estar en la caseta pendiente de si la niña viene o va, del “mamá ¿me
recoges?” o de ese famoso “¿dónde estás?” que hoy en día es mi frase de entrada
cuando se pone al móvil.
Supongo que la siguiente etapa,
cuando el pequeño también vuele un poco en solitario será más tranquila. Tal
vez entonces mi marido y yo retornemos a los amigos y a la “madrugá”, a la
feria de la primera juventud cuando no había prisa por volver a casa, cuando no
molestaba el albero y yo calzaba zapatillas de esparto. Quizás sea tiempo ya de
ver amanecer de nuevo con olor a tierra mojada por la máquina de limpieza y
de tomar el primer café del día o el último de la noche, según sea la cuenta que prefieras aplicarte.
Y es que al fin y al cabo, todo
en la vida es eso, etapas vividas y
pasadas que quedan para siempre en el recuerdo. No hay época mala, sólo
diferente.
Os animo a venir a la feria a los
que estéis por aquí. Es un lugar ruidoso, es verdad, pero es un sitio donde
volver a la memoria, a los amigos y a la tierra.
6 comentarios:
Hola mi niña... Bonita entrada y bueno yo no he estado en ese tipo de ferias... Aun!!!! Claro porque ya vendí el piso y nos marchamos al sur... No se aun donde porque este hombre me esta volviendo loca... Jijiji... Pero aun así tu entrada me recuerda a mis diferentes etapas de mi vida... Ahora estoy en la de mama de dos bebes... Les encanta las barracas... Super besazo de tu amiga Marta muackkkk
Pues ahora te toca la época del berrinche, Marta. Te deseo toda la suerte en tu nueva etapa en el sur. Un beso
Has hecho una descripción exacta, me ha encantado, es tal y como la cuentas, etapas diferentes según si eres hija, novia, madre... Me ha hecho mucha gracia. Con lo del móvil me acordé de una anécdota que me pasó en la feria el primer año que dejé a mis hijas solas por el recinto con sus amigas, como bien dices, el ruido es totalmente imposible hablar en tono tan alto sobre todo por los cacharritos (atracciones de feria) jeje, justo ahí me llamaron mis hijas y como una estaba deseando que me llamaran no esperé a retirarme a un lugar con menos estruendo... ¡Dime niña!¿Me oyes? Yo a ti no pero veniros para la Paellera (cacharrito) que estamos tu padre y yo esperando ¿Me has oído?
En ese momento oigo ¡...estamos en la Paeller...! Miro hacia atrás y ella igual y estábamos a un metro una de la otra de espaldas, jajajaja, de chiste vamos.
Lo has contado maravillosamente, Mamen. He pasado por cada una de las etapas que comentas, menos la del movil, que de esos no habían para controlar a los niños.Ahora el más pequeño tiene 35 años y lleva cuatro casado; es su parienta quien se encarga de controlarle.
La verdad es que yo sufro en las ferias, pues éstas son para los que saben bailar y no para los que sólo admiramos los bellísimos cuerpos y sus movimientos con un rebujito en la mano y un mucho de envidia.Últimamente,a la feria del Puerto suelo ir un día o dos pero sólo el tiempo suficiente para dar una vuelta, comer y a casa.
Que te los pases bien, te lo mereces. Si yo supiera bailar iría a buscarte a la caseta para darme unas sevillanas contigo y cogerte de la cintura. Pero como no sé... Besos.
Veo que los papás hemos pasado por las mismas etapas. Ja,ja.
Gracias a todos y pasad vosotros también un buen veranito.
¡ Cuánta razón llevas con las etapas de la feria! A mí todavía me quedan dos de las etapas más complicadas: la de los cacharritos con los peques y después la del móvil con la pregunta ¿Dónde estás? Uf otro modo de vivir la feria!! Con la playa pasa lo mismo, también hay distintas etapas!!! Cómo cambia todo la maternidad!!!! Bienvenidos sean esos cambios. Que disfrutes de la feria Mamen, yo no creo que vaya este año, echaré de menos la "papa asá" que tanto me gusta comer en feria. Un beso
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