jueves, 29 de noviembre de 2012

Ya se oye

Para mí la Navidad siempre llega en forma de tentación. Vamos a dejarnos de tintineo de cascabeles y bramidos de renos, al pan, pan y al vino, vino; lo que a mí me dice de verdad que llegaron las Fiestas es ese pasillo especial que inauguran los supermercados por los que hago la compra y que me traen todos los años por el camino de la amargura.
Y es que yo tengo un problema gordo: soy golosa, pero elevada a la máxima potencia, a aquella del infinito y más allá. 
Este problemilla se agrava, porque resulta que en mi casa nadie es como yo. Tengo un marido que se come mejor un bocadillo que cualquier exquisitez dulzona y unos niños atípicos a los que nunca les ha gustado ni siquiera el chocolate.
Como eso es terrible para mi línea de cuerpo molón, pues si compro alguna chuchería de esas que se pegan a mi carrito como un imán de la nevera, me paso el día entero proponiendo: ¿no queréis un polvoroncito de los que he traído? (Sin contestación por el pasillo). Oye ¿no os apetece merendar?, sigo diciendo con voz de sirena, cuando veo que la cajita está cada vez mas vacía y mi anatomía cada vez más llena.
Así que hace ya unos cuantos años que intento evitar el pasillo como la que evita al cobrador del frac. Pero mira que es difícil ¿eh? Entre que siempre está situado en un lugar estratégico por el que tienes que pasar a la fuerza, que todos los productos dichosos tienen unos envoltorios de colores llamativos y que acompañan el ambiente con la musiquita de unos niños puñeteros cantando una canción que dice algo así como: ♫ va una burra, ring ring, cargada de chocoloate ♫, vamos que enterarte te tienes tú que enterar por fuerza que allí al alcance de tu mano hay un mundo azucarado que está diciendo cómeme.
Polvorones de todos los sabores, turrones con ingredientes cada vez más sofisticados, rosquitos de vino...hasta los mazapanes me gustan y mira que eso empalaga....
Pero yo voy a ser fuerte. No digo que no los pruebe, eso sería como luchar contra los titanes. Pero, voy a ser moderada este año...¿No es eso mismo lo que dije el año pasado? Bueno, pero este año soy más madura  y más consecuente con las promesas.¿O no? Ya os contaré en enero. 
Felices polvorones a todos.

6 comentarios:

Marcos dijo...

Te comprendo perfectamente, porque soy mas de lo mismo. A veces he tenido la tentación hasta de comprarlos a escondidas. La situación se complica cuando mi "jefa" es diabetica, y no le vale eso de "es que me lo pide el cuerpo", será porque necesito azúcar. Mi solución es comprar para la comida semanal con hijos y nietos. Tu lo tienes mas difícil por lo que veo. Pero recuerda Navidad solo es un a vez al año. Navidad.

Manolo dijo...

Pues estoy de acuerdo con Marco en que Navidad sólo es una vez al año. Disfruta lo que puedas y luego vendrán los sacrificios.
¡¡Qué fácil se dice y que difícil hacerlo!! ¿Eh?

Mamen Orcero dijo...

Pero difícil. Porque yo todavía no he salido de la Navidad y ya estoy oliendo los roscos de Semana Santa...ja,ja

Francisco Arsis dijo...

Yo no puedo evitarlo. Me dejo llevar enseguida por los dulces. Soy tan facilón...

Mamen Orcero dijo...

Me alegro, me alegro de que vayan apareciendo otros como yo...dicen que mal de muchos...je,je,je

JUAN PAN GARCÍA dijo...

No eres la única, Mamen: mi mujer a veces me trae dulces diciendo: "Te he comprado esto, verás cómo te gusta", pero es ella la que se los come casi todos. En el carrefour vamos los dos por ese pasillo que citas y compramos todo lo que no debemos comer, porque decimos:La NAVIDAD ES SÓLO UNA VEZ AL AÑO. Pero luego viene Reyes, semana santa, etc... Y me pregunto: ¿Qué más da que el azucar esté a 300 o a 190, que es la mínima que tiene mi esposa? feliz domingo. Un beso

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