Qué verdad es esa de que las cosas más simples son algunas veces las más hermosas.
Llevo unos días sumergida en las emociones a pulmón, sin apenas tomar resuello y con los ojos de par en par, atesorando gestos, archivando miradas y apilando sonrisas. Sé que todo se quedará para siempre guardado en el cajón de la memoria donde se dobla con cuidado lo mejor de aquello que vivimos. Y entre todas esas emociones, ando enfrascada en preparar no sé si con esmero, pero sí de la forma más profesional que sé, las presentaciones que hago de la novela, las entrevistas en la radio...todo aderezado, claro está, con la magia de la pregunta improvisada o la respuesta sincera, pero dentro del orden y la cordura con la que a mí me gusta hacer las cosas para sentirme segura.
En cambio ayer, ayer viví una mañana de ensueño en el colegio de mi hijo, sin más preparación ni más ritmo marcado que un trocito de historia que escribí en cinco minutos, con la única intención de captar su atención por un ratito, de enredarlos con el hilo grueso de la emoción de la literatura.
El colegio ha estado celebrando esta semana el día del libro, y fui invitada por el equipo directivo para darles unas charlas como la mamá escritora del compañero de sexto, como la vecina del barrio a la que conocen de siempre pero que ellos no sabían que escribía.
Tratándose de niños, todo es imprevisible con ellos. Por eso yo tenía mis dudas, la verdad. Pensaba que me enfrentaría a la risita imparable, al comentario jocoso...en fin, a lo propio de la edad.
De repente, ante mi sorpresa más absoluta, me encontré con muchos pares de ojos puestos en mí, con muchísima inocencia disfrazada de aprendiz de adulto, y unas ganas enorme de estrenar sensaciones y vivir aventuras.
A medida que avanzaba la mañana, disminuía en proporción geométrica la edad. A medida que nos acercábamos a la hora en que la campana pone fin a la jornada, todavía era muchísimo mayor la inocencia y más grande la apertura de los ojos que miraban.
Con ellos llegó el momento mágico de la verdad más sincera, del cuento sin terminar con el que, al igual que a los mayores, les lancé el reto de continuar la historia y convertirse en escritores con esperanza de premio. "Yo no puedo pensar, tengo seco el cerebro", me dijo un pequeñajo de siete años con aspecto de ser un trasto. "Hay que leer mucho porque el que no lee nada, nada sabe", me decía una compañera suya con dos coletas, una mella enorme y gracia para exportar en camiones.
Hoy he recogido los laureles del éxito, en boca de algunas madres que me han hablado de la ilusión con la que llegaron a casa, de la emoción con la que les fueron contando que una madre que es escritora, les había dicho que todos, todos ellos también pueden serlo. Hay algunos que quieren incluso mandarme la historia, por si acaso yo la necesitara para hacer con ella otra nueva novela.
Y yo me he venido a casa, con el corazón revuelto y la sensación tibia de verme recompensada por aquellos ojos brillantes que me mantenían la mirada. Son, sin duda alguna, esas cosas sencillas que sin siquiera merecerlas, un día te regala la vida.
7 comentarios:
Hola Mamen quería darte la enhorabuena por tu actuación el otro día en el cole, nos hiciste pasar un buen rato y pusiste a volar la imaginación del los niños.
Cuando te fuiste , yo me quede un ratito con ellos y eso era para escuchar sus comentarios, yo puse mucha atención. ..."¿cómo se podrá oír un pensamiento?" Decía uno...." Porque pensara en voz alta..." Decía otro, ..." Que nooooo que ha dicho pensar no hablar..."...." Señor tu oyes lo que estoy pensando ahora?..." ..."¿cuantas palabras hay que escribir, cien?" .... Noooo más y el dibujo no se te olvide..." Bueno y así podría seguir hasta aburrir y es que a los niños solo haya que darle un poco de alas y se atreven con todo, se sorprenden con todo y nos sorprende a nosotros cada día. Son geniales!.
Gracias Mamen por haberles invitado a que dejaran volar su imaginación y haberlo hecho tan bien.
Un beso
Para nada. Gracias a vosotros, los profesores que os hicisteis cómplices conmigo en aquella aventura. En una de las clases, la maestra llegó a decirles: sí, sí, yo llevo muchos años siendo maestra y a mí me han pasado esas cosas raras, apostando por la imaginación desbordante que les hacía levantar la mano con la intención de contar su propia historia o enseñar el cuento que más les gustaba.
Sé que vuestro día a día no tiene nada que ver con estos segundos mágicos que yo viví con ellos, y estar un ratito allí me hizo volver a darme cuenta de que vuestro oficio es realmente estresante. Pero, Nati, no te quepa duda de que es, a la vez, maravilloso.
Gracias María a ti por tus palabras. Las historias sencillas son realmente la sal de la vida.
Buen finde
Lo que disfrutan los niños de ver a sus madres en el colegio, se sienten orgullosos cuando sus compañeros les miran con atención. Un besazo y felicidades por esa gran cantidad de sonrisas.
Gracias Tamara.
Yo creo que sí, que mi hijo se sintió orgulloso. Además, como el colegio está en mi barrio, había muchos chiquillos que me conocen y esos también estaban encantados de que yo les llamara por sus nombres. Qué gracia, cuando están hartos de verme en la plazoleta o en la puerta del cole, pero oye, ese día yo era la escritora...ja,ja. Ayer volví al cole por otro tema y vinieron un grupo de los pequeños y me decían: hola seño...Son increíbles.
Mamen, después de unos días de ausencia vuelvo por estos lares. Me alegro de tu éxito como madre y como escritora. Se te nota feliz, muy feliz. Creo que vas a ser como una antigua amiga de foros literarios, que destacó entre todos y ahora ya vive de la literatura, pues ha publicado ocho novelas, y sigue.Feliz día.
Hola Juan.
No tengo yo muy claro eso de que voy a destacar, Juan. Creo que esto es un momento feliz, eso sí, pero tú sabes que este mundillo es muy difícil. De momento, disfrutaré de lo que tengo.
Un beso y me alegro de leerte por aquí de nuevo. Ya sé que has estado en Santiago, que yo también te sigo.
Publicar un comentario