viernes, 27 de septiembre de 2013

La relatividad

Si hay algo positivo en esta crisis que nos asfixia, es esa sensación que me invade de relativizar todo lo que no considero importante. 
Veo a menudo tantas situaciones complicadas, en directo o televisadas por cadenas que están haciendo programas dedicados a sensibilizar el corazón, que tengo que decir que hay cosas que antes me sacaban de mis casillas y ahora no me importan nada.
Hace unos días viví en directo un momento terrible. Estaba comprando en un supermercado y había una pareja muy joven, con un niño de apenas un año, desayunando en uno de los pasillos. Me llamó la atención porque llevaban en la mano una cesta vacía y parecían querer pasar desapercibidos en la zona de los refrescos, comiendo pan a pellizcos y una bandeja de "saladitos". 
No hacía falta ser muy lista para darse cuenta, por la actitud, de que no habían abierto la bandejita de forma distraída mientras compraban. La forma en que engullían rápidamente los productos, parados en medio del pasillo, me golpeó terroríficamente el alma. 
Sé que estaréis pensando: ¿y que hay de positivo en todo esto? 
Por desgracia, mi situación económica no me permite excederme con la solidaridad. Como ya os he contado, también estoy sufriendo el paro en mis carnes y, evidentemente, todo cambia cuando uno de los dos miembros de la familia deja de trabajar. Pero es tan desolador el panorama que tenemos al alcance de la vista, que hay algo dentro de mí, una especie de sensación de pudor que no me autoriza a sentirme mal por cuatro banalidades.
Es una sensación muy rara. Me creo con derecho a estar preocupada por el futuro de mis hijos -eso está ante todo- y por lo incierto que me pueda deparar el destino.Si algo me queda claro es que nadie está a salvo de nada. Pero tengo la certeza de que de alguna forma, la desolación a la que se enfrenta el país, me ha robado las fuerzas para quejarme por cualquiera de las nimiedades por las que lo hacía antes. Hay tantas cosas que me enfadaban y que ahora me hacen gracia, que creo que he avanzado mucho en el camino de la riso-terapia que te conduce al karma. 
Cuánto me molestaba hace apenas unas primaveras, por poner un ejemplo explicativo de lo anterior,  que una conocida, de las conocidas de toda la vida, se hiciera la loca al cruzarse conmigo para no saludarme. Ahora le digo a mi amiga M., con la que ando de la ceca a la meca: "eso es por las gafas de sol. Ya me dijo a  mí Isabel Pantoja que con estas gafas y enseñando los dientes, no iba a conocerme nadie". 
Era tan preocupante hace apenas unos años llevar la ropa adecuada o los zapatos de apretar los dedos, que no me reconozco estos días, paseando por la Calle Real de mi pueblo, con los zapatos gastados de andar millas y el pantalón descolorido de ir cómoda. Qué curioso, ¿verdad? cómo las cosas más nimias pueden cambiarte el sentido que das a la vida.
Bueno chicos, en esa estoy. ¿Y vosotros qué pensáis, qué enseñanza positiva estáis sacando de la crisis? 

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuanta razón tienes. A veces son necesarios los contrastes para apreciar los colores, las luces y las sombras.
Saludos, amiga. Me gusta mucho tu rincón.

aureavicenta dijo...

Comparto en Google+, amiga. ^_^ Toda la razón del mundo, M Carmen Orcero. Espero te surjan pronto nuevas posibilidades de trabajo.
Un gran abrazo.

Encarni dijo...

Hola Mamen, pues a mí la crisis me enseñó a conocerme mejor. Cuando la dichosa crisis asomó la patita y se lió a zarpazos donde yo trabajaba, descubrí facetas nuevas de mi forma de ser que nunca habían salido a la luz y que ni sabía que tenía porque era la primera vez que vivía esa situación. Si lo que descubrí de mí me gustó o me disgustó, mejor te lo cuento otro día. De cualquier forma, pienso que siempre es positivo conocerse un poco más para mejorar lo que no nos guste. Y otro aspecto positivo, como consecuencia de estar en paro, es que he podido vivir la maternidad sin estar sujeta a horarios de trabajo ni a canguros.
En cuanto a lo que dices de que con la crisis las cosas que te molestaban antes ahora dejan de ser un problema, a mí también me pasa, pero no sólo con la crisis, también ante una enfermedad o la pérdida de un ser querido, cambio mis prioridades y mi forma de ver las cosas. Lo curioso es que a veces se me olvida y me sorprendo muy preocupada y triste por unos kilos de más, por ejemplo. Y cuando escucho alguna desgracia, de nuevo me arrepiento y avergüenzo de "mis problemas".
Y ya por último, me ha hecho mucha gracia tu comentario sobre las personas que un día no te saludan, qué complejos somos a veces. Me confieso, en alguna ocasión también me he hecho la tonta, pero no contigo eh, que tengo muchas ganas de verte. Si haces una entrada sobre este tema pues te cuento mi caso.
Muchos besos.

Mamen Orcero dijo...

Hola a todos.
Perdón por el retraso en contestar, pero he estado de dentista y me encontraba "mu malita"...ja,ja.
Gracias al amigo/a Anónimo por sus palabras, a aureavicenta por ese compartir y esos deseos porque es una persona encantadora.
Y a ti, Encarni, que te has extendido contándonos tu experiencia, sólo decirte que tenemos mil conversaciones pendientes, esperando un cafelito o una cervecita lo que prefieras. Que me alegro en el alma de esta maternidad que estás viviendo con tus dos soles y que dudo mucho, conociéndote, que te hagas la tonta con nadie. Y si lo haces, menuda petarda tiene que ser la otra persona.
En fin, gracias por no dejar de sorprenderme viniendo hasta aquí a dejarme vuestro cariño.
Besos.

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