La vida es una escalera. No es más que eso. Es una escalera en la que nos depositan al nacer, sin instrucciones ni vuelta atrás. Y recorrerla no es otra cosa que ir subiendo peldaños sin saber nunca si llegaremos al siguiente, sin tener ni la más remota idea de en qué momento acabará el ascenso. Pero, eso sí, con la ilusión intacta de continuar siempre hacia arriba.
Es verdad que todas las escaleras no son iguales. Las hay cómodas, de gradas anchas y mármol de Carrara. En esas no hace falta mucho esfuerzo porque los pies se sienten seguros pisando firmes. Ahí los niveles se escalan con comodidad y aunque el cuerpo te vaya venciendo, el pasamanos es suficientemente fuerte para asirse a él en el movimiento que nos eleva. Hay otras en cambio que apenas cumplen con los requisitos de seguridad exigidos. Parecen estar suspendidas sobre un alambre. En ellas, a la dificultad de auparse se le añade el maquiavélico esfuerzo de guardar el equilibrio. Nadie sabe por qué tuvo la fortuna o la desesperanza de recibir una u otra. Pero a pesar de ello, no hay derecho a la reclamación ni a la renuncia. Todos tenemos que seguir subiendo, lo hagamos como lo hagamos, y estén como estén las condiciones físicas de nuestra escala.
En mi caso, mañana avanzaré un nuevo escalón. Son unos cuantos ya y tengo la sensación de haber llegado hasta esta esta altura sin darme cuenta; aunque empiezo a comprender que en cada uno de los que subo, la respiración se hace más agitada y el pulso que transcribe la vida perpetúa la tendencia de martillear en la sien. Es inevitable, es la marca del cansancio acumulado.
Pero ¿sabéis una cosa? también tengo la impresión de que la altura me va proporcionando perspectiva. Empiezo a ver tantas cosas desde arriba, que para algunas cuestiones estoy convencida de que merece la pena el ascenso. Me está empezando a gustar esto de sacar la cabeza de la contaminación que enturbia las zonas más bajas. La diferencia es tan meridiana, que parece que por esta zona, el cielo tiende a despejarse y las ideas se aclaran.
Bueno, sí, no voy a darle más vueltas de tuerca a lo que los de facebook ya sabéis: que mañana es mi cumpleaños, que doy un salto en la escala. ¿Qué queréis? Los eventos me ponen filosófica.
Ahora, eso sí, para gracia mi señor esposo, el tío. Me trae la tarta para que lo celebremos, me hace un regalo y me canta el feliz, feliz. Pero fijaros en la vela...Es que tiene unas ocurrencias...ja,ja...Cómo si no supierais todos que ya son...
1 comentario:
Mamen te desos pases un muy felíz dia. Y lo de la vela, es porque tienes un marido muy intelegente, las mujeres no cumplen años, celebran su buen estado.
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