Hace unos días, en una de esas charlas en las que disfruto debatiendo y de las que siempre salgo con algo aprendido, un amigo se quejaba de que las mujeres tuviéramos un día señalado en el calendario. ¿Y por qué no los hombres?, argumentaba, ¿es que no nos lo merecemos?
La verdad es que en parte lleva razón. En estas cuestiones, le decía yo, siempre pagan justos por pecadores, y es una realidad que cuando se generaliza, se comete una injusticia. Ni por desgracia todas las mujeres son dignas de tener un día, ni afortunadamente todos los hombres pueden ser tachados de machistas o contribuyen a que se siga propiciando la desigualdad.
Ojalá, le contestaba yo, ojalá llegue el momento en que no haya que celebrar el día de la mujer, ni el de la infancia, ni el del cáncer, porque eso sería señal de que hemos conseguido el equilibrio entre géneros, la cura de las enfermedades y la sociedad perfecta.
Pero es evidente que aunque ambos sexos hemos sufrido por culpa de unos roles que vienen establecidos desde antes de que fuéramos "Historia", tenemos que enfocar las reivindicaciones y los recordatorios hacia el débil, hacia aquellas que todavía hoy en día siguen sufriendo discriminación en el trabajo, en la vida social, y lo que es peor y más doloroso, en la familiar.
"Qué lentitud conduciendo, mujer tenía que ser".
"No, no, yo todavía barrer, anda, pero la plancha, eso es cosa de mujeres".
"Para pasar esta entrevista necesitamos otro dato: ¿Tiene novio? ¿Piensa tenerlo?"
"Mi pareja es muy celoso, pero es porque me quiere"
"No puedo ir con vosotras, a mi marido no le gusta que esté en la calle de noche".
Este es el día a día de muchísimas mujeres. Y no son, porque no quiero entrar en el tópico, ninguna de las que salen a diario en la prensa, muertas en medio de la calle a manos de alguien a quien posiblemente amaron. Hablo de las que todos conocemos, de las que son nuestras amigas, nuestras madres... mujeres a las que vemos desenvolverse, resignadas porque siempre le han dicho que es que la vida es así, orgullosas (porque además es justo que lo estén) de su magnífico papel de madre, hija, esposa, amiga, enfermera, profesional en su trabajo...pero a las que a veces se les olvida dónde dejaron un día de hace tiempo, la palabra libertad.
Hoy es el día de recordar ese sacrificio, esa forma de afrontar los problemas, ese valor tan femenino para plantarse ante la vida de frente. Por todas y para todas me uno a la festividad del almanaque. Les deseo mi más sincera felicitación a aquellas a las que no conozco, pero de forma muy especial, a esas que forman parte de mi vida: a mi madre y a mis tías que se reúnen para reírse de cuando no estaba bien que entraran solas a un bar, a mis hermanas y mis cuñadas que están empeñadas en educar a sus niños y niñas en la igualdad, y en especial a mi hija y a todas mis sobrinas, a las que quiero, por encima de todo, libres.
Muchísimas felicidades. Estoy muy orgullosa de vosotras.
2 comentarios:
Lo bueno seria que no tuviéramos porqué celebrarlo, pero, ha sido muy largo el camino desde hace dos mil años, y aun queda el único apretón, supongo de una o dos generaciones.
Lo lamentable son las mujeres del tercer mundo que soportan todo tipo de vejaciones, pero no se solucionará hasta que se planten ellas mismas.
Me uno a tu felicitación Mamen, y personalmente felicito a mi madre y a mi hermana, son ejemplos a seguir en todo, me asombra su entereza, las admiro. Felicidades a ti también Mamen. Besos y abrazos.
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