


Muchos historiadores coinciden en que la Semana Santa es la "fiesta" más antigua del Cristianismo. Algunos creen en la teoría de que la fecha en cuestión ya se celebraba antes del propio nacimiento de Cristo, conmemorando el éxodo del pueblo judío desde Egipto, hasta esa Tierra Prometida que sigue hoy en día protagonizando el inicio de los telediarios matutinos.
Ya en el año 329, el obispo de Alejandría hablaba de esta semana, como el ritual donde se celebraba la creación del mundo, esa creación que curiosamente también dura siete días y que hace coincidir el séptimo en el descanso del Padre y la vuelta a la vida del Hijo.
Si damos un paseo por internet, no cuesta mucho aprender que cada país vive a su manera la festividad, todos y cada uno influidos por aquello que la historia les deparó y por la mezcla que en muchos casos les fue impuesta, en nombre de la cruz, de la codicia o del progreso.
Cuando el rito, la leyenda o la liturgia, dependiendo de las creencias de cada cual, llegó a Andalucía, aquí estábamos esperándolo para hacer con la historia sagrada, un espectáculo de magia que tiene el poder, o al menos a mi me pasa, de hacerte caer en el encantamiento del ilusionista y en la fascinación de los sentidos.
Salir a la calle en Semana Santa, en mi ciudad, es como zambullirte de pronto en la primavera que acaba de llegar a esta casa, trayendo con ella los primeros rayos de sol del equinoccio. Todos los sentidos tienen que estar alerta porque la música te llena el oído, el azahar y el incienso te inundan de olor, la especia de clavo te golpea el paladar y la luz, el color y el encanto te invaden de lleno la vista.
Es el momento de la resurrección a la vida, para unos encarnada en la figura de Cristo y para otros, para muchos, representada en la sensación de saludar nuevamente al sol que te llena de savia y desperezarse del letargo y de la tristeza que nos dejó el último invierno.
Reconozco que a mí me seduce esta fecha. Me gusta el ambiente familiar de la calle, me encanta la estética de la fiesta y la mezcla tan atractiva de la luz de las velas, del color de la luna y del sabor de la música.
De alguna manera, siento que la Semana Santa simboliza que después del sufrimiento, siempre hay lugar para la esperanza y que detrás del invierno, de la lluvia y del viento, al final siempre triunfa la vida.
¡Veniros a Andalucía! Este es uno de esos lugares donde la gente valora de veras ese volver a empezar, esa nueva oportunidad que algunas veces la suerte tiene a bien ofrecerte. Veniros que sereis bien hallados, en esta parte del mundo donde se tiene esta forma tan especial de sentir la desgracia.
Todo estará marcado por el ritmo mágico y hechicero de un eterno redoble de tambor.