Esta semana pasada mi sobrina Elisa, María la hija de mi amiga Mª Carmen y supongo q
ue la mayoría de sus compañeros de vida se han graduado como bachilleres.

Cansados como están de este último mes de locura, estas pobres criaturas tienen que enfrentarse ahora a la Selectividad, palabra fea donde las haya que todavía provoca en mí un ligero temblor en las manos y que me trae el espeso recuerdo de aquel "vivo sin vivir en mí" que soporté cuando no hubo más remedio que hacerlo.
Sin duda ellos son los que tienen que pasar por la prueba y ellos son los que tienen que decidir que harán a partir de ahora con el resto de sus vidas. Pero sé de buena tinta que el momento es duro también para los padres que estos días parecen cargar a sus espaldas con el peso de una vida que no es suya pero que duele mucho más que la propia.
El panorama que Europa dibuja no está para nada coloreado del rosa del final de los cuentos y debe ser muy difícil disimular el desaliento, mientras se tararea la canción de la esperanza que nunca podemos dejar que falte en la vida de alguien que empieza y se bombardea con el sonido de la bala del cañón de la realidad traicionera, en los mástiles del barco de los sueños de tu hijo.
Probablemente la mayoría aspiran a carreras que no tienen futuro profesional aunque suenen a gloria por la exquisita construcción de su nombre. Seguramente muchos de ellos sabrán ya de antemano que el pistoletazo de salida nunca sonará en sus oidos por la diferencia vertiginosa de una décima en la nota.
Me provoca pesadillas pensar solamente en enfrentarme al momento "consejo" y a la pura realidad de que son sus deseos los que despegan y de que ya van teniendo edad para ser sus propios dueños.
Espero, queridos papás que las hadas repartan suerte para estos trocitos de vosotros mismos que están ya preparando las alas y de verdad les deseo, con el trozo del corazón que reservamos para ellos el mismo día que abren los ojos que salgan para adelante en la carrera de obstáculos que les depare la vida, que el ambiente de crisis no se coma sus esperanzas por estrenar y que el destino les recompense, enormemente, el esfuerzo.
Suerte en la vida a los hijos y un abrazo de solidaridad para los padres.