Queda bonito decir que Cádiz está entre dos mares. Y es cierto que tengo testigos de la verdad que encierra la afirmación. Sí, sí dos mares: la mare que parió al levante y la mare que parió al poniente.
Esos dos vientos que desde siempre han sido nuestra bendición y a la vez el peor de nuestros castigos, andan desde que los conozco a la gresca, empeñados en el eterno pique de secar el espejo rosado de nuestras salinas, de llevarse consigo la contaminación negruzca de unas fábricas que ya no producen y de volvernos medio locos con el agotador soniquete de sus silbidos.
El poniente es un viento fresquito. Lo notamos sobre todo en verano aunque ande resoplando todo el año. Parece como si en invierno estuviéramos hechos a la idea de que es la estación en que toca sentir frío y eso es lo que hay, pero cuando llega en verano, a los gaditanos nos entra una especie de desasosiego. Por una parte viene bien, al menos para descansar un poco de esas noches de calor que a veces nos desnudan de sueño. Pero si dura más de lo que es pausible o si empieza a soplar pegadito ya a septiembre, uf…qué mal rollo, a ver si es que esto se está acabando…
El levante en cambio es nuestro motor. Y digo nuestro motor en el sentido más literal de la palabra porque el amigo levantito, como lo llamamos por aquí, es capaz de subirte un palmo del suelo con la fuerza de Schwarzenegger y el descaro inocente de un niño.
Esta semanita nos ha tocado volar. Está siendo una de esas veces en las que los de por aquí, nos asomamos al mapa clarividente del señor que nos lee el futuro después del disgusto del telediario y decimos todos a coro, como si de un rezo o una invocación se tratara: ¡vaya tela marinera! Y es porque abajo, donde España se hace estrecha, unas rayas negras como la pena nos anuncian a bombo y platillo que sería bueno hacerse con un anclita, que tenemos que ajustarnos los cinturones, dentaduras postizas o cualquier otro atributo que tengamos poco sujeto porque a los indios no se les ve, pero lo que es de flechas…tenemos el mapa lleno.
Hace unos días fui a comer a un restaurante y el camarero, un chaval muy simpático, nos hacía algún comentario que otro mientras dejaba los platos. Por el habla, con todas las eses magníficamente pronunciadas, enseguida nos dimos cuenta que de muy cerca no era. En un momento determinado el muchacho nos preguntó: este viento ¿cuánto dura? El pobre lo decía con las rastas del pelo de punta. Es que no soy de aquí y yo me encuentro malísimo.
Yo miré a mis compañeros de mesa con lágrimas de dolor y en sus ojos, en todos los ojos acuosos pude percibir la misma respuesta envuelta con los lazos dorados de la misma compasión: ¡qué verano te queda, compañero…!
Esos dos vientos que desde siempre han sido nuestra bendición y a la vez el peor de nuestros castigos, andan desde que los conozco a la gresca, empeñados en el eterno pique de secar el espejo rosado de nuestras salinas, de llevarse consigo la contaminación negruzca de unas fábricas que ya no producen y de volvernos medio locos con el agotador soniquete de sus silbidos.
El poniente es un viento fresquito. Lo notamos sobre todo en verano aunque ande resoplando todo el año. Parece como si en invierno estuviéramos hechos a la idea de que es la estación en que toca sentir frío y eso es lo que hay, pero cuando llega en verano, a los gaditanos nos entra una especie de desasosiego. Por una parte viene bien, al menos para descansar un poco de esas noches de calor que a veces nos desnudan de sueño. Pero si dura más de lo que es pausible o si empieza a soplar pegadito ya a septiembre, uf…qué mal rollo, a ver si es que esto se está acabando…
El levante en cambio es nuestro motor. Y digo nuestro motor en el sentido más literal de la palabra porque el amigo levantito, como lo llamamos por aquí, es capaz de subirte un palmo del suelo con la fuerza de Schwarzenegger y el descaro inocente de un niño.
Esta semanita nos ha tocado volar. Está siendo una de esas veces en las que los de por aquí, nos asomamos al mapa clarividente del señor que nos lee el futuro después del disgusto del telediario y decimos todos a coro, como si de un rezo o una invocación se tratara: ¡vaya tela marinera! Y es porque abajo, donde España se hace estrecha, unas rayas negras como la pena nos anuncian a bombo y platillo que sería bueno hacerse con un anclita, que tenemos que ajustarnos los cinturones, dentaduras postizas o cualquier otro atributo que tengamos poco sujeto porque a los indios no se les ve, pero lo que es de flechas…tenemos el mapa lleno.
Hace unos días fui a comer a un restaurante y el camarero, un chaval muy simpático, nos hacía algún comentario que otro mientras dejaba los platos. Por el habla, con todas las eses magníficamente pronunciadas, enseguida nos dimos cuenta que de muy cerca no era. En un momento determinado el muchacho nos preguntó: este viento ¿cuánto dura? El pobre lo decía con las rastas del pelo de punta. Es que no soy de aquí y yo me encuentro malísimo.
Yo miré a mis compañeros de mesa con lágrimas de dolor y en sus ojos, en todos los ojos acuosos pude percibir la misma respuesta envuelta con los lazos dorados de la misma compasión: ¡qué verano te queda, compañero…!
11 comentarios:
Es insoportable, te pone el cuerpo malísimo, te duele la cabeza y no tienes fuerzas ni para levantarte por la mañana. Por muchos años que lo estés soportando nunca te llegas a acostumbrar a él. Sales a la calle y cuando vuelves, tienes los ojos como las plañideras cuando venían de trabajar de la arena que te ha entrado, y los pelos como Tamara (la mala), parece que te has echado 3 kilos de laca de lo "tiesos" que están. Creo que por lo único que lo aguantamos y lo queremos es por lo bueno que nos da: esas playas maravillosas con su arena tan fina y limpia y esas enormes dunas por las que algunas veces valientemente hacemos el rulo.
Ja, ja... El pelo se queda tieso como el de las escobas. Pero lo que sí es verdad es que nos ha protegido de la especulación del suelo en la costa y podemos permitirnos tener el paseo más bonito del mundo cuando vas de San Fernando a Cádiz o viceversa.
Este año tiene toda la pinta de que nos vamos a "jartar" de levante. Hemos tenido dos años de suert con más poniente, pero este parece que vamos a tener mucho mucho levante. Ea! se acabó Bolonia
Es una pena pero sí se acabó Bolonia porque ir a la playa de Bolonia con levante es un martirio para inscribirlo en el registro de martirios de santos conocidos. ¿Te acuerdas del verano pasado? Creo que todavía tengo arena del campo de Gibraltar entre los dientes.
jajaja... es verdad ese día recorrimos todas las playas desde Bolonia hasta Chiclana, buscando algún sitio donde el levante fuera un poco compasivo, pero, no hubo suerte; sólo había una cala en Roche donde no soplaba el viento, pero la marea llegaba hasta las rocas y encima había una cantidad de gente impresionante, que tenían que estar metidos en el agua durante horas hasta que la marea bajara o encaramados a las rocas haciendo equilibrio. Esa imagen no se borra fácilmente, un millón de personas por metro cuadrado, unas olas enormes y una multitud metida en el agua, todos gritando cada vez que los arrollaba una ola gigante, esperando a que la marea bajara para poder ocupar un trocito de tierra.
Vaya tela con la historia,eso que era un día de playa o el día del juicio final.
Mira que en esta zona en la playa siempre hay hueco pero ese día no había donde meterse, aquello parecía las playas de Japón. Una que yo me sé que tenía que bañarse caiga quien caiga se trajo una duna entera en el biquini. Ja, ja
Josema encabezonao, ¡bañate, bañate, que no pasa nada! y yo: ¡que dice que las olas están arroyando a todo el mundo, y él venga y venga, al final se metió y pum dando vueltas hasta la orilla, jeje nos partíamos de risa, con la lata que había dado, se levantó sin mirar para nosotros, disimulando por si no nos habíamos dado cuenta.
Al final estuvimos al menos hasta las 11 de la noche, solo quedaron unos hippies haciendo pulseritas con una antorcha.
¡ Es que una vez que cogimos sitio... quisimos aprovecharlo!
¿Josema encabezonao? pero si fuiste tú la primera en bañarte, que no se ni como te apañaste para bajar a la playa, porque había una familia entera con sombrilla, mesa, neveras y sillas en la escalera de bajada a la playa.
Ja, ja...iba el levante a poder con algunos/as...ja, ja. Aquí en mi casa nos pasa en la plazoleta, bajamos con los niños aunque algunas veces tenemos los pelos que en vez de en un banco parece que estamos sentada en la montaña rusa de la feria
Por lo que veo, un día de playa divertido. Vaya con el viento.
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