lunes, 5 de noviembre de 2012

Las zapatillas

A pesar de que me encanta el verano, hay un momento justo por estas fechas que para mí es mágico. Parece que después, a medida que el invierno se va haciendo con nuestras tardes y se hace dueño de los atardeceres soleados y de la alegría del calorcito, ya no nos resulta tan agradable ni tan romántico, pero tengo que reconocer que en esta época hay un acto que conlleva en sí mismo un sentimiento de felicidad: el primer día que me pongo las zapatillas.
Sí, ya sé lo que estaréis pensando: que hay muchas cosas infinitamente mejores o más glamurosas que celebrar, pero qué queréis que os diga, una es así de simplona y de conformista.
La situación es la siguiente: va llegando lentamente el otoño que aquí en Cádiz se presenta de una forma extraña, con lluvias torrenciales, con un calor sofocante en el interior de las casas y con un desasosiego interno del tipo ¿qué hago? ¿bajo ya del altillo las sudaderas y guardo las camisetas de manga corta? No, todavía no, si acaso las de tirantes. ¿Y sólo para los bañadores y ropa de playa voy a remover los altillos? Esperaremos unos días...Y así aguantas el tirón, unas veces con calor de sudores y otras apañándote con la rebequita. 
Pero hay un día especial que marca el antes y el después en mi vida. Viene sin darme cuenta y me coge, como siempre desprevenida. Me siento en el sofá a eso de la hora del café, vestida de estar por casa y sin otra intención que dejar pasar al menos una parte de la tarde con lo que den en la tele y de pronto siento que los pies se me congelan.
Es curioso, pero la sensación es tan espontánea y a la vez tan reconocida que me resulta agradable notarla de cerca. Entonces se produce el momento clave en el que asumo que el invierno ha conseguido colarse por la ventana y como si se tratara de un ritual o de la celebración de la llegada del solsticio, me coloco las zapatillas calentitas y los calcetines, dando por inaugurada la novísima temporada.
Si lo analizo escrupulosamente, creo que ese momento justo para mí es una muestra simple y llana de lo que es la felicidad. Sin más interpretaciones y sin más lecturas intelectuales. Sin más preguntas complicadas ni más respuestas inteligentes. No hay nada más maravilloso que la sensación de sentirme a salvo, en un ambiente acogedor y con la perspectiva extraordinariamente sencilla de observar, desde debajo de la mantita suave que ya he colocado en el sofá cómo pasa, ante mis ojos, un trozo de vida.
Ay! con qué poco se conforma una.

8 comentarios:

Lola velasco dijo...

Que sabes sacar lo bonito a la vida. Y yo que aún no he cogido las mías porque estoy igual en cuanto a lo de la ropa ya que vivimos a dos pasos como quien dice y tengo 3 temporadas en el armario. Me has dado unas ganas de ir a por mis zapatillas ------ ¡Zas, zas! Colocadas.
Un abrazo

Manolo dijo...

Es cierto. Ese momento es especial. ¡Qué a gusto te quedas cuando cambias las chanclas por las babuchas, con los pies calentitos dentro de tus calcetines! Aunque pierdas un trocito de vida, no hay nada más reconfortante que estar acurrucado en el sofá mientras fuera llueve y hace frío.

Marcos dijo...

Pequeñas, pero importantes satisfacciones, que cada cual experimentamos en personales sensaciones muy puntuales, denotan tu espíritu sensible. Gracias por compartir con nosotros tus vivencias.

JUAN PAN GARCÍA dijo...

Yo tampoco puedo vivir en casa sin las zapatillas: en verano, frescas; ahora calentitas y con calcetines.Ponérselas y sentraase en el sofá es como encender un cigarro para un fumador, o como tomarse un chupito después de la cena.
Insisto: me encanta leerte. Un beso

Mamen Orcero dijo...

Gracias a todos por venir hasta mi café, Lola con zapatillas incluídas...ja,ja. A veces, a los verdaderos placeres de la vida, sólo hay que prestarles un poquito de atención. Creo que nos martillean tanto con el tema de que para ser feliz hay que estar de crucero o comprando "iphones" que nos perdemos demasiadas cosas buenas por no pararnos a mirarlas.
Besos

Mamen Orcero dijo...

Juan...hemos escrito a la vez, esta mañana muy tempranito. Tú siempre tan amable. Gracias. Revolución: todos en zapatillas...je,je

Francisco Arsis dijo...

Me ha encantado el post, porque yo hago lo mismo, es decir, es todo un ritual coger las zapatillas de invierno el primer día, desde luego que sí. ¡Qué gustazo!!!

Mamen Orcero dijo...

Gracias Francisco por venir desde la calidez de tus zapatillas. Un saludo. ¿Cómo va esa novela?

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